"(...) la complacencia de las élites financieras y corporativas con
dos situaciones que hacen que el capitalismo acentúe sus rasgo
maníaco-depresivo y puedan provocar una nueva gran crisis.
Una es la complacencia con el escenario macroeconómico de
bajo riesgo creado por la políticas de los bancos centrales desde 2008.
Las inyecciones masivas de crédito y los bajos tipos de interés han
logrado evitar una gran depresión al estilo de los años treinta, pero, a
cambio, han anestesiado el sentido de riesgo de los inversores.
La otra es la complacencia con la desigualdad. Las élites
que se reunieron en Davos saben que aunque las economías estén bien,
algo va mal; mejor dicho, que muchas cosas van mal: la desigualdad, la
pobreza, el descontento social, el populismo. De ahí que su complacencia
venga acompañada de angustia y miedo.
Esta doble complacencia ha vuelto a dar al capitalismo su perfil
maníaco-depresivo característico, como hace cien años. Un perfil
acentuado por el hecho de que la falta de ingresos está llevando, de
nuevo, a los hogares a endeudarse.
¿Qué respuestas de política económica hay a este nuevo capitalismo bipolar? Veo tres.
La primera es el proteccionismo comercial y el nacionalismo económico. Es el “América First” que con tanto acierto político ha sabido formular Donald Trump.
Es también la fórmula que propone la derecha en muchos países.
Ofrece
seguridad a los más débiles, pero es una seguridad efímera. Dañará el
orden económico mundial y llevará a guerras comerciales y de divisas. Y
quizá a otras guerras. La historia nos enseña que este tipo de
respuestas se relacionan de forma patológica con el futuro.
La segunda opción es una nueva oleada de políticas
redistributivas, como la que tuvo lugar a la salida de la Segunda Guerra
Mundial. Es la que propone la izquierda. Dada la dimensión alcanzada
por los sectores públicos de los países desarrollados, se me hace
difícil imaginar una oleada redistributiva similar.
Además es previsible
que daría lugar a conflictos políticos importantes. Pero hay margen de
mejora, tanto para un cierto crecimiento impositivo y de gasto social
como, especialmente, para una mejora de la eficiencia redistributiva de
los actuales programas redistributivos.
Hay una tercera vía intermedia y más progresista. Consiste en
hacer que la economía funcione en beneficio del bien común. Mediante dos
palancas.
La primera sería una política de control del ciclo económico,
especialmente si se instrumentaliza a través una política de empleo
capaz de dar estabilidad e ingresos a las amplias capas trabajadoras.
La
segunda palanca sería una nueva política contra monopolios, cárteles y
negocios concesionales que detraen renta disponible de los hogares más
pobres, haciéndoles pagar precios superiores a los de competencia. Ambas
palancas estabilizarían la demanda agregada y harían más estable y
competitivo al capitalismo.
Una estrategia de este tipo evitaría el riesgo de que el
actual capitalismo maniaco-depresivo nos lleve, de nuevo, a un evento de
pánico como el de 2007 y a la barbarie que suele traer aparejada. Pero
mi optimismo es escéptico, porque la complacencia es una inclinación
humana muy arraigada." (Antón Costas, El País, 09/02/18)
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