"Pregunta. ¿Vuelve Europa a los años 30?
Respuesta. Si solo
hubiera que contestar sí o no, diría que no. Aunque las analogías con la
crisis de los años de entreguerras se pueden establecer, y son fuertes.
Hay una crisis en Europa, del proyecto, una crisis económica, la más
profunda en la historia del capitalismo después de la de 1929.
Hay una
falta de liderazgo internacional; la Sociedad de Naciones fue incapaz de
establecer un orden internacional. Y la semejanza más importante: el
ascenso de la derecha radical, de la extrema derecha.
Las analogías
permiten plantearse esa pregunta. Creo que no, pero revela una crisis
profunda de Europa. En la década de los 80 nadie hubiera podido hacerse
esa pregunta.
P. ¿Hemos retrocedido?
R. Pienso que Europa
se está desarticulando, que las premisas de su construcción se muestran
muy precarias, muy frágiles. El proyecto de unir Europa a partir de una
moneda fracasó. Europa es una fuente permanente de crisis y tensiones,
de desigualdades, en lugar de fortalecerse y consolidarse como una
entidad común. La crisis del Brexit es una expresión de lo que le digo.
P. ¿La historia se repite? ¿Se trata del resurgimiento del fascismo?
R. Yo lo llamo
posfascismo. En el sentido de que son muy diferentes respecto a los
fascismos tradicionales clásicos, y, al mismo tiempo, no podemos
analizarlos e interpretarlos sin mirar al pasado, a la experiencia
traumática del pasado.
No son fascistas y tampoco pueden ser definidos
sin esa referencia histórica. Es posfascismo porque recuerda el
fascismo, pero se produce en un contexto histórico nuevo.
P. A Donald Trump también lo incluye en esta categoría.
R. Trump es un fascista. Él expresa todos los rasgos que Adorno, en su libro La personalidad autoritaria
definía como fascista. La diferencia es que detrás de Trump no hay un
movimiento fascista.
Trump pudo ganar las elecciones como candidato del
partido republicano, que es uno de los pilares del sistema político
norteamericano. Ese hecho demuestra la crisis del propio sistema, pero
no es un movimiento fascista que destruye. Esa es la gran diferencia.
P. ¿Cómo sobrevive un comunista como usted en la América de Trump?
R. No tengo ningún
problema en decir que soy comunista. El problema es que esa afirmación
de identidad levanta más incomprensiones que clarificaciones. Si digo
que soy comunista, aparezco como el vestigio de un pasado. Me identifico
con Occupy Wall Street, con su movimiento y sus reivindicaciones. Si
ser comunista significa defender, hoy, el comunismo del siglo XX, le
diré que no.
P. ¿El fascismo fue una reacción ante el comunismo?
R. No se puede
entender el fascismo clásico sin tener en cuenta su dimensión
anticomunista. El fascismo es anticomunismo. Hoy esa amenaza no existe.
Por eso no se puede hablar de fascismo en los movimientos de extrema
derecha. El objetivo de estos nuevos partidos no es establecer una
dictadura fascista en Francia o Alemania. Estados Unidos tampoco se está
fascistizando.
P. ¿Qué es el populismo?
R. Es un estilo político. Una retórica, un discurso, la oposición del pueblo a las élites. Un pueblo mitificado, idealizado.
P. Berlusconi.
R. Berlusconi, Hugo
Chávez, Marine Le Pen, pero no veo afinidad fuera de eso entre Chávez y
Le Pen. Por eso define un estilo, pero no la naturaleza política de una
formación. Trump también es populista. Utiliza la demagogia, miente, es
un populista en el sentido más amplio, pero eso no explica su política.
P. ¿Qué es el Estado del bienestar xenófobo?
R. Así es como se
presentaba Marinne Le Pen. Defensora del Estado social, pero bajo unos
criterios xenófobos. Este rasgo es el factor común de las derechas
radicales; la oposición al euro, a la Unión Europea y su pretensión de
defender los intereses de los dominados, de las capas sociales más
débiles.
P. Pero ganó Macron.
R. Logró un gran
éxito, pero las premisas existen para que, con cinco años de Macron, el
Frente Nacional pueda consolidarse. La única posibilidad de evitarlo es
que surja una alternativa de izquierdas.
P. ¿Qué le pasa a la izquierda?
R. En términos
históricos, no ha sido capaz de salir de una derrota histórica. De las
revoluciones del siglo XX, del comunismo como régimen y de la
incapacidad de crear modelos nuevos que sean creíbles.
Es un vestigio
autoritario que no atrae a nadie. Ha sido satélite de la
socialdemocracia, que está agotada como fuerza de transformación social,
de cambio político. La izquierda ha sido incapaz de renovarse y
reinventarse.
P. ¿De España qué me dice?
R. Es un laboratorio. Podemos
tiene muchos problemas y contradicciones internas muy grandes, pero es
una formación que está pensando un proyecto nuevo en el mundo global. Es
un movimiento que está intentando construir un camino diferente.
Es un
laboratorio para la izquierda en Europa. Es la primera vez que en el
mundo se piensa, en el debate intelectual, que España juega un papel muy
importante. Es algo nuevo. (...)" (Entrevista a Enzo Traverso, El País, María Josep Serra, 14/12/17)
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