16.11.17

La trata de mujeres es muy sencilla porque es una mercancía muy fácil de importar. Los banqueros nos recibían a cualquier hora y nos ofrecían todo tipo de negocios y los abogados nos asesoraban...

"La trata de mujeres es muy sencilla porque es una mercancía muy fácil de importar"

"Me llamo Miguel, pero me apodan el Músico", comienza el relato. "Fui tratante de mujeres durante más de veinte años. Las compré y vendí como si fueran ganado, para explotarlas salvajemente en nuestros clubes sin compasión. Y pude hacerlo porque, durante muchos años, no supuso ningún problema para mi conciencia. Al contrario. Era mi mundo, mi forma de vida y me sentía poderoso gracias a ella".

"Surtí, durante años, a doce de los mejores macroburdeles que existen en la actualidad en España. Los llené de esa materia prima que los puteros llaman carne fresca, día a día. Y jamás me paré a pensar si la mercancía que yo importaba eran personas como yo, con sentimientos como los míos, traumas como los míos o necesidades como las mías.

 Ellas eran otra cosa. Eran putas. Aunque la mayoría de las mujeres con las que abastecíamos los clubes ( ...) jamas hubieran ejercido la prostitución. Aun así, para nosotros no eran más que putas que aún no habían trabajado como tales. Ya aprenderían el oficio".

Con este crudo y descarnado relato Mabel Lozano, productora, guionista y directora de cine, explica el negocio de la prostitución en nuestro país en El Proxeneta su último libro que se publica este lunes. Lo hace a través de un largo diálogo con el Músico, uno de los mayores criminales de muestro país, y dueño de doce de los macroburdeles más importante de España.  (...)

 "La trata de mujeres es muy sencilla", confiesa el Músico a Lozano. Aunque parezca mentira, "es una mercancía muy fácil de importar". Sólo requiere una sencilla y mínima infraestructura. El resto son todo ganancias. 
"Empezamos a darnos cuenta de la magnitud del beneficio económico que genera la trata el primer domingo que necesitamos la mesas del comedor del personal para poder colocar sobre ellas el dinero procedente de la explotación sexual de las mujeres, que, como tenían que saldar la deuda, nos lo quedábamos directamente", se explaya este personaje. 

Y explica que a la deuda que le han asignado a la mujer, normalmente muy jóvenes y vulnerables, hay que sumar las cantidades de las llamadas diarias (gasto fijo que deben pagar cada día por estar en el club) de cada una de ellas, las multas y un porcentaje de todos sus gastos en cualquier cosa: peluquería, salidas, productos de limpieza, llamadas telefónicas, preservativos, lubricantes.... 

"Los pequeños chochales se convirtieron en grandes salas de lujo, en grandes complejos donde hacinábamos a las mujeres, sin respetar ningún aforo ni permiso municipal. Los banqueros nos recibían a cualquier hora y nos ofrecían todo tipo de negocios y los abogados nos asesoraban..., y ni unos ni otros nos preguntaban por la procedencia del dinero.

 De la noche a la mañana todos nos veían más guapos, más altos, e incluso más cultos... A nadie le importaba de dónde viniéramos, cómo fuéramos o lo que hiciéramos: solo les importaba nuestro dinero".  (...)

"Nadie se levanta una mañana y decide ser puta: pero si reúne las condiciones, si es una mosca fácil de atrapar, nosotros tenemos la tela de araña perfecta tejida donde caben las promesas de una vida mejor para ellas y los suyos, los halagos que le gusta escuchar, algunas ayudas insignificantes que ellas agradecen como si los fueran".

La trampa está servida. La deuda, que crece y crece nunca se llega a pagar. Siempre hay un gasto extra, un engaño más, un permiso de residencia, que aunque sale gratis se les dice que vale más de 1.200 euros. La telaraña cada vez se hace más grande. Sólo cuando se las considera inservibles y no dan más frutos económicos a sus captores, pueden conseguir la libertad. Eso sí, sin dinero. Se les comunica que han pagado la deuda y que si quieren ahorrar para su familia, deberán trabajar para conseguir más.

El libro relata la historia de varias mujeres. Casi todas provenientes de Colombia. Cuenta la desgracias de Lucía, que tras pasar varios años cautiva, explotada y consciente de que nunca sería capaz de pagar la deuda de le decían que había contraído, se cortó las venas una tarde antes de la hora del trabajo. No murió físicamente. Sobrevivió al intento de suicidio, pero tan perjudicada que la propia red decidió "condonarle la deuda". Terminó internada en un hospital psiquiátrico. No volvió a ver a su hijo ni a sus padres. (...)"                (Marisa Kohan, Público, 12/11/17)


"Fui tratante de mujeres durante más de veinte años. Las compré y vendí como si fueran ganado”.

 En primavera de 2000 llegó al aeropuerto de Madrid la selección nacional femenina de Colombia de taekwondo. 19 chicas que salieron por la puerta en fila india, ataviadas con el chándal oficial (azul, amarillo y rojo) y el escudo de la Federación.

 No tuvieron problemas con Inmigración pese a ser un vuelo 'caliente'. Contaban con sus visados obtenidos en el consulado de Colombia. Habían presentado sus fichas federativas y, desde luego, tenían la invitación y el programa de la competición que venían a disputar a España. Entre la documentación también contaban con papeles de un gimnasio de artes marciales de Cali en el que habían sido inscritas.

 Al llegar a Madrid, un autobús las desplazó a Valdepeñas, y allí se cambiaron los chándales por lencería para ser paseadas ante un grupo de hombres antes de ser distribuidas en diferentes clubes de España. 

En Colombia no existía ninguna federación de artes marciales, las chicas nunca se habían subido a un tatami, el chándal fue encargado por un matón, la invitación y el programa del gimnasio eran una patraña, el entrenador era el hombre que las había captado en Colombia y el proxeneta que las recibió en Barajas había ganado una apuesta a sus socios: conseguir meter el mayor número de mujeres en Madrid para ser prostituidas. Como lo consiguió, se quedó con todas las chicas y un BMW. Se trataba de Miguel, el Músico.

 "Hola, soy proxeneta". Ese fue el mensaje que recibió la directora Mabel Lozano, activista contra la trata de mujeres (ha realizado dos películas, la última Chicas Nuevas 24 Horas). Lozano esperaba la llamada. La gestión se produjo gracias a la intermediación de José Nieto Barroso, inspector jefe de la Unidad contra Redes de I nmigración Ilegal y Falsedad Documental (UCRIF).

 Nieto Barroso llevaba años en contacto con El Músico, que en un momento de su carrera criminal empezó a colaborar con la Policía como 'boquerón', chivato. El Músico fue uno de los primeros grandes jefes de la trata y secuestro de mujeres en España en una década, los 90, en la que el negocio de la prostitución cambió de tercio: de ser los chulos los que proveían a los clubes de mujeres españolas, fueron los propios clubes, a través de una estructura mafiosa con infiltraciones en policía, justicia y política, los que empezaron a 'importar' miles de mujeres extranjeras engañadas. Su larguísima confesión en forma de libro ('El proxeneta', Alrevés, 2017)(...)"

 Un país en el que, según datos del Gobierno, se mueven alrededor de este negocio unos cinco millones de euros al día y fueron identificadas, en 2016, 14.000 víctimas de trata: apenas la tercera parte de las mujeres captadas en sus países de origen por las organizaciones criminales. "La primera regla que se aprende es a no mirarlas como tuyas, sino como la materia prima de tu negocio. Es importante no involucrarse en su vida más allá de lo necesario (...) 

Simplemente es una propiedad, como la Coca-Cola que vendes, y hay que tratarla como tal. Si te involucras en su vida o en sus problemas, te puede afectar, porque esa mercancía tiene sentimientos (...) 

Creamos una forma de vida que se sostiene gracias a la esclavitud, sin siquiera saberlo o pensarlo (...) La trata dio paso a los macroburdeles para los clientes, que no eran otra cosa que cárceles de lujo repletas de miseria, para las mujeres esclavas de un sistema nuevo y cruel. Las convertimos en grandes máquinas expendedoras de dinero", dice Miguel, nombre falso cuyo apodo (El Músico) es real 

(...) vidas como la de Lucía, que llegó con 18 años a Madrid, dejando a su hijo en Colombia al cuidado de su madre para trabajar de camarera, pagar su deuda con los tratantes y quedar libre para ahorrar un dinero durante meses que en su país sería una fortuna. Ya en España se le comunicó que tenía que prostituirse. Son reacciones, dice el Músico, "clonadas". Enmudecen. Luego entran en estado de shock y empiezan a llorar. De forma inagotable. Porque saben que no hay vuelta atrás, que se han quedado atrapadas. (...)

"Nadie se levanta una mañana y decide ser puta, pero nosotros tenemos la tela de araña perfectamente tejida donde caben las promesas de una vida mejor para ella y los suyos, los halagos que le gusta escuchar y algunas ayudas insignificantes que le presentamos como grandes favores y que ella nos agradece como si lo fueran. 

En cuanto la mosca pega sus diminutas patitas a la red pringosa, ya le es imposible soltarse. Y ahí se queda. Cazada. Lista (...) La balanza del acuerdo verbal no se inclina a ambos lados por igual. Por eso el supuesto consentimiento de las víctimas no es más que una farsa donde no existen los requisitos éticos imprescindibles en cualquier relación personal, social o laboral (...)

 Asumido el golpe, Lucía hizo de tripas corazón "con enorme disciplina y a destajo". En tres meses consiguió los 6.000 euros del dinero que creía deber a Miguel por sacarla de su país y darle un trabajo. También había pagado cada día los 50 euros que se abonan para poder bajar al salón y ejercer allí. Se presentó en el despacho de su proxeneta con una sonrisa "de satisfacción y felicidad". 

Miguel hizo cuentas delante de ella y le dijo que ya solo le faltaban 425 euros para cumplir la deuda. La convenció de que dentro de un mes volvieran a hablar, pero necesitaba extender su visado por tres meses en España para poder seguir en el club "ya sin deuda" y ahorrar para volver a su país con dinero para su familia. La extensión del visado es gratuita, pero Miguel le dijo que costaría "apenas" 1.200 euros. 

Le explicó que con ese visado estaría tranquila en España en caso de una redada. Quieren todas lo mismo, dice Miguel: estar en España legalmente, ahorrar y volver con dinero a sus casas. Por eso Lucía regresó al mes siguiente creyendo la deuda saldada al despacho de Miguel, pero ésta había crecido; el proxeneta sumó un gasto que "había olvidado", el de la pensión diaria: cama y comidas. Sumado todo, incluido lo anterior, Lucía ya debía más dinero que en su primera visita. "Se empezó a morir por dentro", dice Miguel. (...)

En un país, España, en el que no está perseguido penalmente el proxenetismo en todas sus formas, por ejemplo la consentida. Y en el que las víctimas tiene más miedo a la justicia que a sus captores por la amenaza que estos representan sobre sus familias. "Apenas se invertían mil doscientos o mil quinientos euros, todo lo más", resume El Músico. 

"Pero ellas se convertían en un cheque en blanco. El beneficio de su explotación podía superar los doscientos mil euros. ¡Se hubieran necesitado diez kilos de cocaína para alcanzar la misma cifra que con una sola víctima!".                  ( , El País, 13/11/17) 

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