"El turismo es sin duda la actividad económica que mejor caracteriza a España. (...)
El turismo es vital porque sirve para compensar sobradamente nuestro
saldo negativo exterior, lo que importamos por encima de lo que
exportamos. (...)
Sin embargo, hay otra cosa que lo identifica aún más con el modelo
España, aunque eso no lo cuentan ni las autoridades, ni los empresarios.
El turismo es el sector paradigma de desigualdad entre lo que ganan los
empresarios y lo que reciben los asalariados.
Ninguno se le puede
comparar. Representa la aplicación más dura de la precariedad laboral y
la negación más rotunda de frases como la de la ministra de empleo,
Fátima Báñez, de que “el empleo que llega de la recuperación es de mayor
calidad que el que se fue con la crisis”. (...)
Comenzamos por algo tan directo como el salario. Los
trabajadores de hostelería, el núcleo principal del turismo, son los que
menos cobran de todos los sectores: 14.000 euros al año, frente a
23.000 del conjunto de las actividades productivas. Ya era así antes de
la crisis. Pero las miserias que esta ha traído para los asalariados han
ido a parar mucho más a los que trabajan sirviendo copas, poniendo
manteles o haciendo camas.
El salario medio de España, entre 2008 y
2015, subió el 5,5 por ciento. Ello significa que los que lo cobran han
perdido poder de compra, porque el coste de la vida subió más: el 8,5
por ciento. Pues bien: ¿cuánto subió el sueldo medio de los que trabajan
en la hostelería? Nada, simplemente. Es ya conocida la cifra de dos
euros, céntimos arriba o abajo, que ganan las camareras por arreglar una
habitación de hotel.
Las condiciones de trabajo del sector clave de la economía
española son también las peores. En nuestro país hay ahora dos millones
de personas menos trabajando que en 2008, en cambio en el turismo ha
aumentado el empleo en casi 200.000 trabajadores. Pues bien, todo el
empleo creado es a tiempo parcial. (...)
La temporalidad es consustancial con nuestro sector puntero. Antes de la
crisis llegaba al 41 por ciento. Era difícil superarla porque la
temporada de sol y playa es siempre la misma. Pues se ha superado: el 43
por ciento de los asalariados es ahora temporal. Pero lo más asombroso
es que se ha más que duplicado el número de personas cuyo contrato es
de un solo día o, como mucho, de menos de un mes. (...)
¿Es esto así porque el sector no da para más? La cuenta de
resultados del turismo dice lo contrario. Nos ponemos en julio de este
año. El ingreso medio de una habitación de hotel, lo que ha percibido el
empresario, ha aumentado casi un 8 por ciento respecto al año pasado.
El salario del trabajador en el sector sólo el uno por ciento.
A la
patronal se le llena la boca con decir que aceptarán una subida del 2,5
por ciento. Pero la realidad, los datos oficiales, del Instituto
Nacional de Estadística, dice otra cosa. A la empresa le basta con
subcontratar parte de las tareas del hotel para pagar mucho menos.
Se argumenta que el sector está tirando los precios para
ganar clientes y eso repercute en los salarios. Es una falacia
construida con ofertas aisladas, que trata de justificar el abuso. En
julio de este año los hoteles, por término medio, han subido sus tarifas
un 7 por ciento respecto a julio del año pasado. Y el conjunto del
sector turístico ha registrado una inflación el doble que la inflación
general.
¿Y cómo les va a los empresarios? Probablemente no hay
sector más rentable en España que el dar acomodo, comida y bebida a
media Europa para que se tueste en nuestras playas.
En el conjunto de
las actividades productivas, de cada 100 euros que entran en la caja,
sólo 49 son limpios. El resto se destina a comprar el material para
producir. Con esos 49 se paga a los trabajadores, se abonan determinados
impuestos y el resto se lo queda el empresario. En todas las
actividades de los sectores vinculados al turismo, de esos 100 euros,
son limpios 76.
¿Pero con ellos tendrá que destinar mucho a pagar a sus
empleados? Pues la verdad es que casi nada. De ese dinero, sólo va a los
trabajadores el 17 por ciento. Una pequeña parte se dedica a impuestos y
el resto, el 78 por ciento, se lo queda el empresario. Ese es el
reparto de la tarta entre patrón y asalariado. Algo insólito. En el
conjunto de la economía española el empresario se queda el 42 por ciento
y ya es mucho. (...)
Desde luego, con lo que se lleva a su cuenta, el empresario turístico
tiene bastante para invertir en el negocio, para modernizarlo y crear
más empleo. Sin embargo, el sector de la hostelería invierte bien poco.
Sólo el 5 por ciento de lo que ingresa." (Emilio de la Peña, CTXT, 13/09/17)
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