"(...) La Stalingrado italiana, como siempre la han llamado,
resistió más que nadie al fascismo y alumbró las protestas más sonadas.
Hablar de feudo rojo sería quedare corto.
Pero el pasado 25 de junio,
por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la izquierda perdió
las elecciones y dejó al municipio en manos de la coalición formada por
Forza Italia, Liga Norte y Fratelli d'Italia. Un símbolo, junto a otros
lugares como Génova, de la infiltración de la derecha en el cinturón
rojo italiano.
En
Sesto San Giovanni (80.921 habitantes) ya no quedan fábricas ni
obreros. En la puerta de la General Electric resisten a media tarde de
un martes 10 operarios que han ocupado las viejas instalaciones de la
fábrica en protesta por su cierre.
Saben que no lograrán nada,
terminarán en la calle como los demás, son el último resorte. La pequeña
ciudad, alrededor de la cual se erigieron empresas como Pirelli,
Campari o la gigante fundición Falk, fue perdiendo población y ha
recibido en los últimos años un gran número de inmigrantes árabes (el
17% del censo).
El fenómeno de Sesto tiene todos los mimbres de un lepenismo a
la lombarda. La coalición de centro derecha, que en las mismas
elecciones logró hacerse con otro histórico feudo de izquierdas como
Génova y otras 15 de las 25 capitales de provincia en juego —10 más de
las que obtuvo en 2012—, ha convencido a los viejos obreros, a las
clases medias empobrecidas y a votantes de izquierdas desencatados.
Massimiliano Minore, 59 años, padre de dos hijos y antiguo responsable
en una de las fundiciones, ha puesto una tienda de helados con cuatro
euros que le quedaban del despido de hace cuatro años. Aguanta ahí
—“esta calle es ejemplo del degrado de la ciudad”, protesta— para llegar
a la jubilación. “El día después, cierro”, dice.
El señor Minore cree que el Estado le ha humillado, desprecia al ex primer ministro del Partido Democrático (PD) Matteo Renzi,
no entiende por qué los inmigrantes tienen ayudas y él se parte el lomo
en la maldita heladería cada día para llegar a los 64 años y jubilarse,
cree que su ciudad se ha vuelto insegura, que todos los políticos,
especialmente ese “deficiente de Angelino Alfano [de Nueva Centroderecha
y actual ministro de Exteriores]”, les toman el pelo y comen sobre su
espalda.
Pero sobre todo, odia que le hayan obligado a votar a la
derecha por primera vez en su vida. Con la nariz tapada y los ojos
cerrados, pero le han forzado hacerlo, y eso todavía le revuelve más las
tripas contra ellos.
La historia del señor Minore, que va deshilando
tranquilamente la tarde de este martes en una de las sillas de metal de
su heladería, resume la de muchos votantes que, en ocasiones, también
acuden al Movimiento Cinco Estrellas (M5S) del cómico Beppe Grillo.
No hay nada de fortuito o de errático en su elección. El propio Matteo
Salvini, líder de la Liga Norte, lo define así en una reciente
entrevista con EL PAÍS. “La izquierda ha perdido el contacto con las
periferias y los trabajadores.
El alcalde del PD saliente de San
Giovanni quería hacer la mezquita más grande de Europa, y eso no ayuda.
Pero la cuestión es trabajo y seguridad. Las dos emergencias italianas”.
Y nada más. En Monza, a pocos kilómetros de aquí, ha sucedido lo mismo.
En Lucca, territorio de izquierdas en la civilizada Toscana, los
fascistas de Casa Pound han sacado un 7,8% de los votos. En Verona o
Parma tampoco les ha ido mal. (...)
Pero su brecha con la izquierda se abrió mucho antes y lleva el nombre
de Matteo Renzi. Fue el 4 de diciembre de 2016, y el primer ministro
puso su cabeza en la guillotina del referéndum constitucional. Sergio
Pegorini, nacido y crecido en Sesto, había votado toda su vida al PD.
Pero decidió mandarlo a casa. “No es un partido de izquierdas.
Y el
contenido de su programa aquí ha sido desatendido. Han perdido a la
gente de vista. Me he sentido muy mal votando a la derecha, es cierto.
Pero espero que reaccionen”, señala. El farmacéutico, un tipo cultivado y
con un profundo arraigo a las ideas progresistas, también habla de
seguridad, de quintos pisos con rejas en el balcón, de implantación de
cámaras de vigilancia en la calle.
En las elecciones generales, como
muchos que han emprendido este viaje sin billete de vuelta, se plantea
votar al M5S como protesta. La izquierda, o lo que queda de ella en
Italia, dice, no le volverá a decepcionar." (
Daniel Verdú
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