"Los costes del rescate bancario: jamás nos dirán la verdad.
El Informe sobre la crisis financiera y bancaria en España entre
2008-2014 realizado por el Banco de España adolece de defectos de forma
y, sobretodo, de fondo. Falla en el diagnóstico y, como consecuencia,
yerra en las recetas e infravalora el coste final del rescate bancario.
Las cifras reales son superiores a los 60.600 millones que ya no se
recuperarán.
Además, no tiene en cuenta otros costes indirectos
derivados de no hacer en su momento lo correcto. Por un lado, la ingente
cantidad de empresas que cayeron debido al cierre del grifo crediticio
de las entidades financieras con problemas. Por otro, los costes en
términos de crecimiento económico y desempleo por no hacer aquello que
se debería haber hecho en su momento.
El origen de la crisis sistémica fue el
endeudamiento insostenible, privado, de la economía española y global.
Este diagnóstico tan sencillo aún a fecha de hoy no es reconocido por el
regulador patrio y el resto de organismos multilaterales en su
conjunto. Supondría invalidar parte de las hipótesis que alimentan sus
recetas económicas.
Como consecuencia, cuando el colateral que
alimentaba esa deuda, especialmente activos inmobiliarios, se hundió,
los distintos sectores se vieron forzados a reducir su deuda y entramos
en recesión.
En ese escenario, los activos tóxicos lo eran no por un
problema de liquidez o de no entender lo que valían, sino por que
valían, y valen, mucho menos de lo que dicen los bancos en su balance.
Los bancos no querían asumir semejantes pérdidas a costa de gerencia y
acreedores -incluida la deuda sénior-, y forzaron a que les subsidiara
el contribuyente.
La
propia banca fue incapaz de ver lo obvio, la mayor burbuja inmobiliaria
de la historia, y no quería bajo ningún concepto oír hablar de
controles ex ante del crédito. Los políticos de turno vivían muy bien
bajo la ola de la burbuja e hicieron oídos sordos a ciertas llamadas a
la prudencia.
Voces que simplemente pretendían ir desinflando
paulatinamente la misma, aunque fuera a costa de un crecimiento menor,
pero más saludable. Pero no cuajaron. La banca insolvente se rescató
tarde y mal, y en su inmensa mayoría a costa de contribuyentes y de sus
clientes -empresas a las que se les cerró el crédito-, para regalarlas
después a la competencia.
El rescate a la banca tal como se ha implementado en nuestro país se
justificaba a partir de la premisa de que la quiebra se las entidades
bancarias hubiese producido efectos mucho más perjudiciales. Pero a
diferencia del modelo de rescate sueco, donde las pérdidas se reconocen
hoy, se optó por el ejemplo japonés, bajo el cual éstas se reconocen
conforme los bancos van generando beneficios para absorberlas.
Se
protegió de esta manera a la gerencia y a los acreedores. Se perjudicó
claramente a la economía. Esta situación se mantuvo incluso con la
obligación del banco malo SAREB por parte de la Troika, asociado al
rescate bancario, donde se compraron y sacaron activos tóxicos de los
balances bancarios por encima de su valor real.
Cuantifiquemos las ayudas públicas. Por ayuda
pública entendemos todo desembolso de dinero público para que la banca
soporte mejor situaciones económicas y de mercado desfavorables que
generen importantes pérdidas y problemas de solvencia. Todas estas
medidas se pueden recoger en dos grandes grupos de ayuda.
Por un lado,
medidas de capitalización, bien sean recapitalizaciones o
nacionalizaciones; o bien mediante esquemas de protección de activos
donde el Estado avala activos que pudieran resultar tóxicos.
Por otro
lado, medidas de liquidez, bien mediante la adquisición de activos
(banco malo y/o expansión cuantitativa); bien a través del
establecimiento de garantías y avales sobre las emisiones de deuda
bancaria; o, finalmente vía préstamos, entendidos como facilidades de
financiación o inyección de liquidez.
Las
ayudas públicas al sector bancario español -medidas de capitalización,
adquisición de activos, garantías y avales, préstamos y líneas de
liquidez- oscilan entre los 730.000 millones y los 1,4 billones de
euros, según se incluya o no el aval implícito del Estado a los
depósitos bancarios. Es cierto que no todas estas ayudas son deuda
pública, pero sí una cuantía relevante, entre 300.000 y 400.000 millones
de euros. Bajo este escenario es obvio que el coste del rescate
bancario fue muy superior a lo que se nos cuenta.
Pero hay otros costes que no se tienen en cuenta en el análisis del
regulador y que obviamente aumentan la factura del mismo “ad infinitum”.
Existe evidencia académica reciente que demuestra que los problemas de
solvencia de los bancos más débiles de España durante la Gran Recesión
tuvieron efectos reales.
En el artículo “When Credit dries up: job losses in the great recession”,
Premio Jaime Fernández de Araoz sobre Corporate Finance, los autores
(Samuel Bentolila, Gabriel Jiménez, Marcel Jansen y Sonia Ruano),
utilizando los datos del registro oficial de crédito del Banco de España
indican que esos bancos restringieron los préstamos con bastante
antelación a su rescate.
Controlando por los efectos fijos de la
empresa, los autores demuestran la existencia de un choque de oferta de
crédito, y evalúan su impacto comparando el cambio en el empleo entre
2006 y 2010 en aquellas empresas que eran clientes de los bancos débiles
respecto a aquellas empresas que no lo eran.
Sus estimaciones implican
que alrededor del 24% de las pérdidas de empleos en las empresas
vinculadas a los bancos débiles de la muestra utilizada se deben a esta
exposición. Esto representa la mitad de las reducciones en las empresas
que sobreviven y un quinto de las pérdidas debidas a las salidas
expuestas.
Pero además hay más evidencia que muestra
como las condiciones ex-ante de las cajas de ahorro eran las mismas que
la de aquellos bancos aparentemente menos expuestos a la crisis. En el
artículo, “The fall of Spanish cajas: Lessons of ownership and governance for Banks”, publicado recientemente en Journal of Financial Stability,
los autores demuestran que el problema fue ex-post, las dificultades de
recapitalización de las cajas frente a los bancos.
Y allí es donde
fallaron las autoridades económicas y monetarias. ¡Con lo fácil que
hubiese sido replicar el rescate sueco de 1992! Banco malo a costa de
accionistas y bonistas, garantía de depósitos y nacionalización de la
banca quebrada, sean cajas o bancos. “¡So easy, so simple!”
Por
lo tanto, el coste final del rescate bancario es muy superior a los
60.600 millones de euros que ya no se recuperaran. Pero entre ciertas
dosis de incompetencia, y otras mayores de ideología e instinto de
clase, no se hizo nada por atajar adecuadamente el problema y reducir
así la factura a una ciudadanía sometida a un intenso proceso de
empobrecimiento.
Las cifras reales del coste del rescate bancario si se
hicieran bien los cálculos darían cifras aterradoras y producirían tal
indignación que harían tambalear al régimen actual. Por eso, nunca se
sabrán." (Juan Laborda, Vox Populi, 22/06/17)
"El rescate bancario y los 60.000 millones de euros que el Banco de España considera que se van a perder están dando mucho de que hablar. Lo último que circula es un vídeo de Moi Camacho con más de tres millones de reproducciones que rebosa de indignación. (...)
En el caso español el Estado ha perdido dinero, mucho dinero, con los
rescates bancarios. Pero hay que mirar la experiencia de otros países
también. En Holanda, por ejemplo, los rescates le han salido muy
rentables al Estado, recuperando el dinero y ha ganado 3.500 millones de euros. En EEUU también han recuperado el dinero y ganado 84.000 millones de dólares. (...)" (Alejandro Nieto González , El blog salmón, 23/06/17)
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