26.5.17

Informe del gobierno alemán: “Las cuatro décimas partes menos favorecidas de la población asalariada han ganado menos en 2015 que a mitad de los añós 1990”... el 20% de la población total está en riesgo de pobreza

"La publicación, este mes, del informe anual del gobierno alemán sobre la riqueza y la pobreza, que comprende 600 páginas, ha suscitado vivas controversias  (...)

Las familias pertenecientes al diez por ciento más favorecido poseen más de la mitad de la riqueza total, mientras que la mitad menos favorecida de la población se reparte solamente un uno por ciento de esta riqueza. Además, el crecimiento no favorece a todas y todos de la misma forma. A este respecto la ministra ha hecho una comparación reveladora:  

“Las cuatro décimas partes menos favorecidas de la población asalariada han ganado menos en 2015 que a mitad de los añós 1990”. Una frase de contenido revelador ha sido quitada del informe final, bajo la presión del ala conservadora de la gran coalición: 

“La probabilidad de que haya un cambio de rumbo político es mucho más elevada si este cambio está dirigido por un gran número de personas que disponen de unos ingresos superiores”. (Frankfurter Rundschau del 12 abril 2017). Hay que comprender, en el fondo, que las clases populares están siendo progresivamente excluidas de los mecanismos de la democracia burguesa representativa.

Para aprehender la realidad social de Alemania es útil mirar las estadísticas de la pobreza compiladas por Eurostat. Según esta plataforma, el número de personas en peligro de pobreza o de exclusión social se elevaba en este país a 16,08 millones en 2015, lo que representa el 20% de la población total.  (...)

Las contra-reformas de la “Agenda 2010” (llevadas a cabo por la coalición roji-verde del canciller Gerhard Schröder (SPD) y de Joska Fischer (Verdes), introducidas en 2005 (fecha de la entrada en vigor de la última ley Hartz, llamada Hartz IV [2], ha cambiado de tal modo la faz de Alemania que actualmente puede hablarse, sin exageración, de “sociedad Hartz IV”.

 Contrariamente a las promesas que acompañan habitualmente este tipo de “reformas”, el desempleo masivo no ha sido suprimido, al mismo tiempo que la pobreza se ha multiplicado, lo que ha conducido a la degradación del estado de salud de una gran parte de la población y al deterioro del acceso a la sanidad. (...)

La introducción de un amplio sector de bajos salarios ha llevado a aumentar masivamente la presión sobre los asalariados, con frecuencia sujetos a relaciones de trabajo precarias y/o atípicas. Esta presión provoca problemas de salud, así como enormes coerciones psicosociales para los asalariados y sus familias. 

Desde hace una decena de años, el aumento de las exigencias de rentabilidad, la caza a los plazos (Terminhetze) así como el estrés permanente están al orden del día en el mundo del trabajo, lo que hace enfermar a un gran número de personas. Esta realidad no ha llovido del cielo sino que la ha conformado la “Agenda 2010” de Gerhard Schröder y las leyes Hartz.  (...)

Werner Seppmann, un filósofo alemán, describe Hartz IV como un « sistema de coerción social », cuyas rígidas reglas actúan mucho más allá de las personas afectadas por los despidos o el declasamiento social: “Las reglas de Hartz IV tienen una [función disciplinaria] también para quienes todavía tienen trabajo, que son asfixiados por el miedo al desempleo y la degradación de las condiciones de vida que se derivan automáticamente del régimen Hartz”. 

Este provoca un sentimiento de impotencia a las personas que sufren este régimen de “coerción social”, el sentimiento de estar a merced de una maquinaria, lo que es susceptible de quitarles las ganas de vivir. Una de las consecuencias más devastadoras atribuidas a Hartz IV en gran parte de la literatura especializada es la pobreza. 

Ello se explica por el hecho de que la llamada “seguridad social mínima para las personas en busca de empleo” tiene un doble efecto fatal: por una parte, muchas personas, en primer lugar las que están empleadas en el sector de bajos salarios o las que tienen el estatuto engañoso de independientes (una empresa que, con frecuencia, no tiene más que un empleado) utilizan las subvenciones Hartz IV (Arbeitslosengeld II) a pesar de que no se atreverían o no se hubiesen atrevido ir al asilo (Sozialamt), avergonzados por tener que pedir ayuda social para si mismos o su familia. 

Por otra parte, millones de desempleados de larga duración, que eran anteriormente beneficiarios de las ayudas concedidas a los parados (Arbeitslosenhilfe), o bien se habrían convertido en beneficiarios, no reciben a partir de ahora más que una pequeña prestación o incluso no reciben ya ninguna en absoluto. (...)

Entre las personas afectadas se encuentran numerosos alemanes del Este, ya que el desmantelamiento masivo de las plazas de trabajo en la ex RDA  ha creado una armada de desempleados y desempleadas de larga duración o permanentes.  (...)

Los jóvenes adultos no obtienen más que contratos de trabajo a tiempo limitado (CDD) y tratan de solucionarlo trabajando como pseudo-independientes, con contratos de encargos remunerados por hora (Honorarverträge) o bien con trabajos de auxiliares mal pagados o no pagados en absoluto (“Generación precaria”).  (...)

En un informe de investigación publicado por el IAB en 2010, se encuentra la constatación de que los momentos de carencia en el avituallamiento (Versorgungsengpässe) de las personas bajo el régimen Hartz IV son un “fenómeno ampliamente extendido”.

 El informe precisa: 

“Entre las personas que perciben la ayuda [de Hartz IV], hay que, por ejemplo, reemplazar una parte de la iluminación eléctrica [de su casa] por velas, de desabonarse de la línea telefónica, de rechazar invitaciones [para evitar gastos de ocio], de renunciar a fiestas familiares como los aniversarios o las fiestas de Navidad.

 Se trata también de la no utilización del sistema sanitario [un eufemismo para describir la privación de cuidados], de privaciones en la alimentación y en las dietas prescritas por los médicos, así como de problemas suscitados por el hecho de que ciertos aparatos electrodomésticos o muebles no se reparan o reemplazan cuando ello sería necesario”.

 Incluso si la llamada “seguridad social mínima para personas en busca de empleo” con su montante reglamentario mensual de 399 euros (2015) para las personas solas o que educan solas a sus hijos, así como la asunción [por la oficina de empleo] de los costes de vivienda “en una proporción aceptable”,  fuera suficiente solamente para garantizar el nivel mínimo de existencia en términos socio-culturales, esto significa que cada error de cálculo o cada restricción debida a una sanción precipita  a los beneficiarios en la pobreza relativa.

 Este término engloba una realidad en la que las necesidades básicas quedan ciertamente cubiertas – una alimentación suficiente, una vivienda y unos vestidos apropiados a las condiciones climáticas, acceso a la atención  médica básica – pero donde no son posibles ni la participación en la vida social y cultural, ni el mantenimiento de relaciones humanas regulares (con los padres,  amigos y conocidos).

 En caso de una sanción que prive de la totalidad de las prestaciones [llamada « Totalsanktion » en el argot de Hartz] , lo que en la mayoría da casos conduce a una privación absoluta de medios y, para los menores de 25 años, incluso, a veces, a una pérdida de vivienda, ya que la oficina del empleo cesa de manera temporal la asunción del alquiler y de los gastos de calefacción, se presenta entonces claramente una realidad en que ya se trata de pobreza absoluta, extrema, o sea existencial [9].  (...)

La soledad, el aislamiento social, la resignación, son las consecuencias casi automáticas de una percepción de las prestaciones Hartz IV durante un largo período o de manera permanente. La ansiedad ligada al futuro, las crisis de ansiedad, las variaciones de humor, son verdaderos obstáculos para el bienestar de las personas afectadas, para el de sus parejas y el de sus familias.

 Los problemas psicosomáticos, que se manifiestan en forma de dolores de cabeza y dolores de vientre, son para los miembros de lo que se califica como “familias Hartz IV” , un problema cotidiano. De la misma forma, se registra en esta franja de la población un aumento de enfermedades crónicas (asma) así como una tasa más elevada de embarazos con riesgo y de muerte prematura de bebés. 

Los niños de las “familias Hartz IV” sufren frecuentemente de complejos de inferioridad, de falta de confianza en sí mismos, de depresión, todos ellos síndromes que acompañan la percepción de las prestaciones Hartz IV durante un largo período o de forma permanente. (...)

Lo mismo ocurre respecto a la sensibilidad a las cuestiones de salud, que está menos desarrollada en los jóvenes perceptores sometidos al régimen Hartz, lo que se traduce en una higiene dental deficitaria así como en la negligencia de los controles profilácticos.

 La alimentación malsana extendida en las familias pobres se encarga del resto, lo que conlleva un riesgo de caer enfermo más elevado en las personas que se benefician de las asignaciones Hartz IV o sus allegados. Si la pobreza dura más de un período corto o bien acaba imponiéndose en la vida de una familia, ello lleva a la enfermedad y contribuye a reducir la esperanza de vida de las personas afectadas o amenazadas.  (...)

La documentación, muy completa, acumulada por Anne Ames permite hacerse una idea de la inmensa desdicha  humana presente en el mundo de Hartz IV, en que reinan el hambre, la oscuridad, el frío (a causa de los cortes de corriente eléctrica y de gas provocados por las sanciones), así como las depresiones y los suicidios provocados por la desesperación total a que llevan las trabas de las oficinas de empleo [11]. 

Mientras que en otros países existen guetos de pobreza y barrios míseros, los pobres se concentran en Alemania en los barrios miserables de las grandes ciudades llamadas despreciativamente “zonas de tensión social” (soziale Brennpunkte) o eufemísticamente “barrios que disponen de necesidades primarias de ordenación territorial”. 

En ellos, los “abandonados” hacen cola ante los comedores populares que actualmente llevan el nombre particularmente refinado de “mesas de alimentación”. Allí, ellos/as reciben ropa salida de las reservas de las organizaciones caritativas, se proveen de aparatos electrodomésticos en brocanterías o asociaciones de ayuda mutua y se procuran la mayor parte de los bienes de consumo necesarios para subsistencia en los almacenes sociales. 

A pesar de que hay más de 1000 “mesas de alimentación”, éstas no consiguen yugular la pobreza inducida por Hartz IV por la sencilla y buena razón de que no existen precisamente en las regiones donde harían más falta , pero donde no hay ningún sponsor, gran donante o voluntario.

 “El grado de avituallamiento [efectuado por las mesas alimenticias] es precisamente el peor allí donde la pobreza es más importante, en muchas partes de la Alemania del este, por ejemplo.”, escribe el sociólogo Stefan Selke en una publicación del 2013 titulada « Schamland. Die Armut mitten unter uns» (Berlin, ECON-Verlag).  (...)

Si el país de los “poetas y pensadores” [retomando el slogan de marketing cultural utilizado en la RFA] se convierte en un país de “fundaciones caritativas y de donantes” que se encargan de los pobres y necesitados, ello significa que el Estado se retira completamente de la responsabilidad que le incumbe en cuanto a la seguridad social de sus ciudadanos y ciudadanas. 

Los motores de esta  demisión están ya en marcha en forma del compromiso caritativo reforzado de los donantes y del mercado, en plena expansión, de la caridad."                     (Christoph Butterwegge

No hay comentarios: