"Dentro del amplio catálogo de mezquindades, negligencias criminales y
mentiras que desplegó Federico Trillo antes, durante y después de la
muerte evitable de 62 miliares españoles, quizá lo más sangrante desde
el punto de vista político y humano haya sido su nula empatía con las
víctimas y sus familiares, su desprecio y criminalización a los que
habían perdido a sus hijos o hermanos, su crueldad.
Trillo no sólo
quiso enviar al psiquiatra a los familiares de los muertos, es que les
dijo que los militares fallecidos sentirían vergüenza por cómo estaban
actuando ellos, que sólo trataban de buscar la verdad y recuperar los
cadáveres de sus hijos y hermanos.
Esto a unos padres a los que les
habían entregado los restos mortales de una víctima que no era su hijo.
Esto a unos familiares a los que les entregaron un féretro con tres
pies. Esto a los familiares de unos militares a los que con haber leído
lo que ponía en sus anillos de boda les hubieran identificado.
Treinta
cadáveres sin identificar porque, como decía Trillo con suficiencia
redundante a los familiares, “en el Ejército no hay forenses”. ¿Y en la
Guardia Civil? Pues sí, hay forenses que se podían haber enviado para
que identificaran a las víctimas como hicieron profesionalmente los
forenses turcos.
Pero Trillo no quiso forenses, mandó militares de su
confianza para que echaran un vistazo, optó por apilar con urgencia los
restos en sacos, le daba igual quiénes fueran los muertos.
Ese
desprecio por el dolor ajeno, esa nula capacidad para ponerse en el
lugar de sus subordinados, ese énfasis al decir en un mitin, ante el
corrupto PP valenciano aplaudiendo, que él lo había hecho todo por
España, constituyen un delito añadido a la negligencia criminal, al
haber desoído las quejas de militares que avisaron con tiempo del riesgo
de lo que finalmente ocurrió.
Suele alardear Trillo del recurso a
la confesión para liberarse de culpas y pecados. Posiblemente peque con
más desparpajo ante esa posibilidad inmediata de redención, que desde
luego no han tenido las víctimas de sus pecados. Es de suponer que
Trillo se habrá confesado, pero desde luego que no ha pedido perdón a
quien debía, a los familiares de los militares, algunos creyentes como
él y que han dejado de creer.
Ese matonismo de “aquiétense,
criaturas”, con el que Trillo ha pateado a cualquiera que tenga una leve
sensibilidad, refleja desde luego la nula culpa que siente el que fue
factótum en asuntos judiciales del PP, y traduce un desprecio y una
soberbia propia de un individuo como este. (...)
Después de 14 años de sentirse muertos y zaheridos, los familiares de
las víctimas del Yak 42 han sentido este martes “alivio”, un “oro
moral”, porque la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, ha
hecho suyo el dictamen del Consejo de Estado y porque, después de unos
primeros momentos a la defensiva en la conversación, la ministra ha
llegado a la conclusión de que aquel vuelo nunca debería haber
despegado, según han contado.
Se trata ahora de investigar las
contrataciones de los 43 vuelos anteriores al de la matanza, de aclarar
dónde están los más de 100.000 euros que van de los 149.000 destinados
en principio para el vuelo a los 36.500 que finalmente llegaron. (...)" (José María Calleja
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