"Hace cinco años, advertí acerca del riesgo de una presidencia de
Donald Trump. La mayoría se rio. Creyeron que era algo inconcebible.
No se debió a ningún poder de clarividencia en particular. Vengo de
Italia, así que ya había visto esta película con Silvio Berlusconi, el
primer ministro que encabezó el gobierno italiano por un total de nueve
años entre 1994 y 2011, como protagonista. Sabía bien cómo se
desenvolvería la trama.
Ahora que Trump es presidente, analizar las similitudes con
Berlusconi podría ofrecer una importante lección para saber cómo evitar
que una victoria que se alcanzó con una diferencia mínima se transforme
en un percance de dos décadas.
Si alguien cree que los límites del
mandato presidencial y la edad de Trump podrían salvar al país de ese
destino, más vale que lo piense bien. El mandato del nuevo presidente
podría convertirse con toda facilidad en la dinastía Trump.
La principal razón por la cual Berlusconi logró mantenerse en el
poder en Italia por un periodo tan largo fue la incompetencia de la
oposición. Se obsesionaron con tal saña con su personalidad que, en
esencia, desapareció el debate político; se concentraron tan solo en
ataques personales, cuyo único efecto fue aumentar la popularidad de
Berlusconi.
Su secreto fue tener la habilidad de desatar una reacción en
sus oponentes de izquierda que generaba una simpatía instántanea en la
mayoría de los electores moderados. Trump no es diferente.
Ya vimos esta dinámica durante la campaña presidencial. Hillary Clinton
se concentró tanto en explicar cuán malo era Trump que muchas veces no
promovió sus propias ideas, no dio razones positivas por las cuales
votar por ella. Los medios se dedicaron con tanto empeño a ridiculizar
el comportamiento de Trump que solo consiguieron darle publicidad
gratuita. (...)
La experiencia italiana nos muestra cómo es posible vencer a Trump.
Solo dos hombres en Italia han ganado una competencia electoral contra
Berlusconi: Romano Prodi y el primer ministro actual, Matteo Renzi
(aunque solo en una elección europea en 2014). Ambos trataron a
Berlusconi como a un oponente ordinario. Se concentraron en los
problemas, no en su carácter.
Aunque de distintas maneras, a ambos se
les consideraba como outsiders, no formaban parte de la casta política
de Italia.
El Partido Demócrata debería aprender la lección. Debería evitar lo
que hicieron los republicanos después de que el presidente Obama asumió
al poder. La oposición preconcebida a cualquiera de sus iniciativas no
solo envenenó el pozo de Washington, sino que enardeció la reacción en
contra de la clase gobernate (aunque fue una estrategia electoral
exitosa para el partido).
Hay muchas propuestas de Trump con las que
pueden estar de acuerdo los demócratas, como las nuevas inversiones en
infraestructura. La mayoría de los demócratas, incluidos políticos como
Hillary Clinton y Bernie Sanders, y economistas como Lawrence Summers y
Paul Krugman, han respaldado la idea de que la infraestructura puede
hacer que aumente la demanda y también el número de empleos entre los
trabajadores sin estudios universitarios.
Quizá algunos detalles
difieran del plan republicano, pero la oposición demócrata ganará
credibilidad si intenta encontrar los puntos que tienen en común en vez
de enfrascarse en las diferencias.
Además, si la oposición se concentra en la personalidad, coronaría a
Trump como el líder del pueblo en la lucha contra la casta de
Washington. También debilitaría la voz de la oposición en temas
problemáticos, donde es importante sostener una batalla de principios.
Los demócratas también deberían ofrecer a Trump ayuda para combatir
el grupo en el poder dentro del Partido Republicano, una oferta que
revelaría si su populismo es discurso hueco o una posición real. Por
ejemplo, con el apoyo de Trump, la plataforma republicana solicitó que
se volviera a instituir la Ley Glass-Steagall, la cual separaría la
banca de inversión de la banca comercial. Los demócratas deberían
declarar que apoyan esta separación, una política a la que se oponen
muchos republicanos.
Lo último que quieren es que Trump use a la clase
dominante republicana para ocultar sus propias fallas y haga caer sobre
sus hombros la responsabilidad de bloquear las reformas populares que
prometió durante la campaña y quizá nunca pretendió aprobar. Lo único
que conseguirían con ello es alimentar su imagen de héroe del pueblo
encadenado por las élites.
Por último, el Partido Demócrata debería encontrar un candidato
creíble entre sus líderes jóvenes, alguien que no pertenezca a los
brahmanes del partido. La noticia de que Chelsea Clinton piensa
postularse como candidata es la peor posible. Si el Partido Demócrata se
convierte en una monarquía, ¿cómo podrá combatir las tendencias
autócratas de Trump?" (The New York Times, en Revista de prensa, 28/11/16)
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