"(...) Escribo estas líneas en Nueva York y lo compruebo a diario. A muchos norteamericanos les aterra que Donald Trump pueda ganar pero, sorprendentemente para mí, a otros muchos, no. ¿Qué hace que Trump tenga tantos millones de apoyos
entre los ciudadanos de Estados Unidos?
¿Por qué Trump aún hoy puede
ganar a pesar de todo lo que dice y a pesar de todo lo se escribe y se
comenta sobre él? Hay varias razones que creo que pueden explicar que
ese resultado sea posible.
La participación en
las elecciones es baja. Y ese es un mal que nos asola, ahora que se
extiende la idea de que "se pronuncien los ciudadanos". En Estados
Unidos vota un porcentaje muy pequeño de la población.
Con una participación del 50% del censo podríamos decir que el 25% de
los votantes puede decidir quién va a ser el presidente del país los
próximos cuatro años (...)
Una parte de la sociedad norteamericana, como la de otros países, está desencantada por cómo ha evolucionado su vida
y las perspectivas de futuro que vislumbra. El desencanto se ha
transformado en irritación y exigencia, y una ciudadanía desencantada,
consciente de su poder, vota para castigar a una clase dirigente
a la que culpa de su situación. El castigo y la derrota son un triunfo
suficiente, y tal vez más importante, que arreglar las cosas.
Los
defectos de Trump son de sobra conocidos y él no reniega de ellos. Los
pone en evidencia en sus intervenciones, en su vida y en su pasado. Demagogo, racista, brabucón, poco riguroso, machista, multimillonario, individualista, no paga impuestos... Todo eso ya lo sabíamos incluso antes de que empezara la campaña y por eso los ataques sobre esos "puntos débiles" resultan estériles o poco contundentes.
Trump es un populista que interpreta bien las preocupaciones de una parte de la población,
que se recrea en ellas y que promete abordarlas y solucionarlas (aunque
no diga ni explique cómo). "América es un gran país, con grandes
posibilidades y vamos a volver a ser el país que queremos, con empleo
para nuestra gente y un futuro mejor, reemplazando en el gobierno a esa clase dirigente que se ha olvidado de los norteamericanos". ¿Quién está en contra de esto?.
Hillary Clinton es políticamente correcta.
Tal vez demasiado políticamente correcta, hasta parecer perfecta. Con
admirable tenacidad y capacidad de recuperación ante reveses
profesionales (los correos electrónicos son recurso recurrente de Trump)
y personales (la vida amorosa de Bill Clinton) sin embargo, no ha conseguido hacerse creíble.
Su discurso de propuestas concretas bien articuladas, no parece
convencer al elector, que no acaba de creer en sus palabras, ni confiar
en sus promesas de mejorar sus vidas. Persiste casi siempre la idea de
que, en lugar de enfrentar los hechos, prefiere eludirlos o negarlos. Y
puede ser esta postura la clave de si ella va a ser la futura presidenta
de Estados Unidos. Porque Hillary no compite contra Trump, compite contra sí misma.
Hillary Clinton es una candidata con un alto grado de rechazo entre la población.
Tal vez demasiado alto para un candidato, eso sí, superada con creces
por su oponente Trump, que tiene el rechazo más alto que se recuerda a
un candidato. (...)
Y para terminar, un último apunte: Los norteamericanos (los que votaron)
eligieron hace ocho años un presidente del Partido Demócrata, negro, y
lo volvieron a elegir cuatro años después. Sin duda, una parte de la población quiere otra política en la Casa Blanca, otro partido en el gobierno, un discurso nuevo y una derrota de aquellos que tuvieron la osadía de colocar a Obama al frente del primer país del mundo. Todo un desafío." (José Antonio Llorente , El confidencial, 18/10/16)
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