"Hace unos días presentamos un primer análisis de Juan Chingo sobre la situación del Deutsche Bank.
Acercamos aquí un segundo enfoque que combinando puntos de contacto y
matices en la caracterización, aborda la situación del banco previa al
episodio actual, el lugar de la multa norteamericana, de las tasas de
interés negativas y de las elecciones alemanas en el destino del
Deutsche. (...)
Estado de cosas
El Deutsche Bank es un banco de
inversión que además de cotizar en la bolsa de Frankfurt, lo hace en la
de Nueva York. La actividad de la institución está centrada en
operaciones de capital, compra y venta de valores y financiación y
asesoramiento a grandes empresas.
Tal como lo detalla el balance del banco
del primer semestre del año, el Deutsche cuenta con un activo total de
1,8 billones de euros y recursos propios de primera categoría por
aproximadamente 60 mil millones.
La relación entre ambos valores que
arroja un escaso 3,4% se conoce como razón de apalancamiento e
indica la calidad del capital bancario y su capacidad para asumir
pérdidas. Esta relación muestra que el banco está apalancado en
alrededor de 30 veces sus activos de primera categoría. (...)
Por otra parte, el Deutsche posee una alta especialización en productos
derivados, es decir, en productos financieros cuyo precio se construye a
partir de la evolución de los de otros productos como por ejemplo
acciones, bonos o materias primas.
El Deutsche posee derivados por un
valor aproximado de 75 billones de dólares, equivalentes a un 11% del mercado total de derivados internacionales que se calcula en alrededor de 650 billones –el monto varía según el criterio que se utilice-
semejantes a alrededor de unas 9 veces el PBI mundial.
No hay que
perder de vista que el banco se maneja con altos niveles de derivados
hace años por lo que el riesgo de catástrofe no radica directamente en
aquellos instrumentos sino en los contrariedades que provienen de la
economía real y pueden derribar ese “House of cards”. Gran parte de los
activos que subyacen a los derivados son tóxicos y en caso de derrumbe,
podrían adquirir un rol comparable al de las hipotecas subprime en la
crisis de 2008. (...)
De hecho la aceleración de la crisis del Deutsche coincide
temporalmente y se vincula a los asuntos emparentados con la economía
real. Más concretamente, a los límites de lo que hemos denominado la sinergia
entre el crecimiento chino y de los países “emergentes” por un lado y
las medidas monetarias expansivas de los países centrales, por el otro.
Como ya en febrero de este año sintetizaba el periódico
financiero Invertia: la desaceleración china es una fuente de
preocupación para la economía alemana ya que Berlín es el tercer socio
comercial de Pekín por tamaño. Además la crisis migratoria que tiene a
Alemania como uno de los países preferidos de destino, puede suponer un
regalo envenenado.
La mano de obra barata siempre es bienvenida pero la
opinión pública está poniendo sobre la mesa la idea de cerrar fronteras y
acabar con Schengen, cuestión que podría ser mortal para la exportadora Alemania y para el Deutsche Bank.
El menor impulso de la economía mundial y las presiones deflacionarias derivadas, lastendencias contractivas del comercio internacional,
entre otros factores, condujeron al artificio de las tasas de interés
nominales negativas. Cuando un banco central define una tasa de interés
nominal negativa significa que literalmente les cobra a los bancos
comerciales por una parte de las reservas depositadas en la institución.
El objetivo consiste en alentar a los bancos a prestar a las empresas a
fin de reactivar la economía y combatir la deflación. En los hechos, en
el curso del fatídico año 2014 –cuando los signos de sinergia positiva
comenzaron a retroceder- primero el Banco Central Europeo y luego Suiza –con objetivo distinto- accedieron a tasas de interés nominales negativas.
La medida fue imitada por Japón
a principios del corriente año. Pero el intento de impulsar la economía
mediante tasas de interés negativas no sólo no arroja los resultados
benéficos deseados sino que se traduce en un deterioro de la
rentabilidad bancaria.
Alrededor de 6 billones de dólares de deuda
soberana europea y japonesa que inunda los bancos, arroja ahora un
rendimiento por debajo de cero incluyendo una parte importante de los
bonos de la deuda alemana a largo plazo. Esta cuestión se combina con la
tendencia declinante de los precios de las materias primas –que comenzó
en 2014, más allá de los diversos movimientos coyunturales- subyacentes
a gran parte de los derivados.
Los factores que afectan directamente la
rentabilidad, repercuten a su vez depreciando las acciones de los
bancos. No por casualidad, las últimas medidas monetarias implementadas por las autoridades monetarias de Japón apuntan, en primera instancia, a mejorar la rentabilidad bancaria.
El Deutsche devino una de las principales “víctimas” de una banca europea que –amenazada por múltiples crisis-, recorrió un proceso de recuperación más crítico y oscilante que el de sus pares norteamericanos.
Durante el año 2015 la institución –obligada
a invertir, según The Wall Street Journal, gran parte de su superávit
de depósitos alemanes en bonos soberanos del país- arrojó pérdidas por
6.800 millones de euros, anunció un plan de 9.000 despidos y la retirada
de diez mercados, entre ellos México, Argentina y Chile. Además ya en
septiembre del año pasado el Deutsche anticipó a sus accionistas la
ausencia de rentabilidad durante los ejercicios 2015 y 2016.
En el
primer semestre de este año –y antes de la multa norteamericana- las
acciones del banco ya habían acumulado una caída cercana al 45% y su
valor bursátil representaba el 25% de su valor en los libros contables. A
su vez los denominados CDS –Credit Default Swaps- del Deutsche Bank que
son seguros cuyo valor varía inversamente a la confianza que el
“mercado” deposita en el banco, ya en julio de este año se habían
incrementado un 150%. (...)
Si la situación del Deutsche viene siendo lacerada por las
consecuencias de la “economía real” sobre los bancos, los dos últimos
golpes recibidos este año provienen de un enlace entre economía y
política o dicho de otro modo, derivan de la política entendida como “economía concentrada”.
Como señala The Economist en una nota de mediados de julio, si el Deutsche parecía una víctima improbable del brexit,
quince días después de que los británicos votaran “Leave”, el banco
sufría las consecuencias y sus acciones se derrumbaban un 27%. El mayor
prestamista alemán, grafica el semanario, quedaba cerca de la situación
nada halagüeña de los bancos británicos o italianos. (...)
Dentro de las múltiples causas que pueden haber motivado el actual
episodio de la “multa” –por un monto casi equivalente al valor bursátil
del Deutsche- es difícil dejar por fuera la cercanía de las elecciones y
las tendencias “globalofóbicas” que anidan en el sentir de amplios
sectores sociales norteamericanos. (...)
El monto de la multa es ya objeto -por supuesto- de una negociación que
promete ser extensa y al son de la cual bailarán seguramente las
acciones y la salud del Deutsche. No es esperable que el establishment
norteamericano y alemán ni sus fracciones de capital más concentradas,
impulsen una nueva hecatombe internacional que lograron ahuyentar luego
de Lehman. (...)
El resultado concentrado de los pasados años pos Lehman pone en
contradicción –hasta cierto punto- las necesidades inmediatas de las
“élites políticas” con los intereses estratégicos de las “élites
económicas”.
Quizás lo más interesante de todo este asunto es que una
reedición de un “momento Lehman” –es decir una situación que reproduzca
lo ocurrido tras la quiebra del banco de inversión norteamericano- se
vuelve en parte difícil de imaginar después de haber corrido tanta agua
bajo el puente. No es que no pueda ocurrir una catástrofe financiera
sino que es difícil pensar que vaya a suceder por la decisión consciente
de “no rescatar” como pasó con Lehman.
Lo nuevo es que a ocho años de
aquella catástrofe, un eventual rescate del Deutsche –que intentarán
evitar por todos los medios- podría costarle por ejemplo las elecciones a
Merkel y derivar en fenómenos políticos desconocidos.
Por supuesto en
toda esa maraña está inscripta la posibilidad de nuevos estallidos
financieros y la imposibilidad de una gestión tan ordenada de la crisis
como hasta el momento. En términos generales y abstractos, ya no puede
pensarse en un golpe proveniente exclusivamente de “la economía” porque
los últimos ocho años acabaron colocando también a “la política” en el
centro de la escena." (Paula Bach , La izquierda diario, en Rebelión, 13/10/16)
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