27.9.16

Produce un rechazo, una angustia y un asco enorme comprobar cómo los banqueros, personas educadas, poseedoras en su mayoría de fortunas personales más que suficientes, robaron, engañaron, presionaron y maltrataron a ciudadanos ignorantes

"El pasado día 20 se presentó en Madrid el libro de Andreu Missé, director de la revista Alternativas Económicas, titulado La gran estafa de las preferentes: abusos e impunidad de la banca durante la crisis financiera en España. (...)

Este es el texto de la intervención de Gallego-Díaz:

“Quiero decirles que este libro es espeluznante. Que su lectura descompone porque es un relato detallado, impresionante, del fracaso de las instituciones, de la política y del periodismo de este país frente al poder del sistema financiero español.

Un sistema financiero que es perfectamente capaz de planear, de manera consciente y sin el menor reparo moral, una estafa de proporciones gigantescas que consiste en apropiarse mediante el engaño de los ahorros, del dinero, de pequeños clientes que habían depositado en ellos su confianza durante muchos años.

Cierto que los gestores de ese sistema ya se habían asegurado antes de que los pretendidos organismos reguladores no tuvieran ni los mecanismos necesarios para impedirlo, ni la capacidad de sancionarles por ello, pero aún así sigue produciendo un rechazo, una angustia y un asco enorme comprobar cómo personas educadas, poseedoras en su mayoría de fortunas personales más que suficientes, robaron, engañaron, presionaron y maltrataron a ciudadanos ignorantes, sabiendo perfectamente lo que estaban haciendo y exclusivamente en beneficio propio.

Espeluzna el relato ordenado y pausado que va poniendo Missé delante de nosotros, porque nos hace ver la terrible indefensión en la que estamos, el enorme poder que se ejerce sobre nosotros desde el mundo financiero sin que siquiera seamos plenamente conscientes de quienes lo ejercen. De lo sucio que es el mundo financiero cuando se mezcla con el político.

 Según se va leyendo el libro, se va percibiendo cómo las personas, funcionarios o políticos que intentan advertir de lo que estaba ocurriendo o incluso modificar, al menos en parte, los mecanismos a través de los cuales se estaba produciendo la formidable estafa, son apartados, aplastados, ignorados o desviados hacia otros terrenos. 

Missé nos los presenta para que, al menos, reconozcamos su intento: son personas como Jaime Terceiro, Manuel Conthe, Paca Sauquillo, Andrés Herzog, algunos empleados de banca que, a escondidas, advierten a sus confiados clientes, inspectores del Banco de España que escriben uno tras otro informes de denuncia. 

A todos ellos se les debería rendir un homenaje público. Lo mismo que se debería hacer un acto de repudio público (independientemente de su eventual procesamiento) de todos aquellos que ocuparon cargos en aquellos momentos, que era políticos, periodistas y parlamentarios, que sabían o intuían lo que estaba ocurriendo, y que se callaron y fueron tragando la estafa sin mover un dedo. (...)

Permítanme que insista sobre dos de los aspectos de esta historia sobre los que Andreu Missé proyecta una luz poderosa. La primera, la captura del Parlamento por el lobby financiero, perfectamente reflejado en el episodio de la amnistía clandestina que ya se concedió a los bancos por el mismo asunto de las preferentes en 2003. 

Missé relata cómo la diputada socialista Maite Costa presenta un proyecto de nueva ley sobre régimen jurídico de los movimientos de capitales y de las transacciones económicas que pretende impedir que esas preferentes se emitan en paraísos fiscales y, sobre todo, lograr que las sociedades emisoras tributen al menos el 5% en el impuesto de sociedades, sin deducción posible en la cuota. 

Pues bien, Convergencia i Unió, la de Artur Mas y Jordi Pujol, se encarga de lanzar una ofensiva para parar el proyecto, con el apoyo del PP, por supuesto, y finalmente con el acuerdo también del propio PSOE. Mayor victoria para la banca imposible, y mayor demostración de esa captura del Parlamento, también imposible.

El segundo asunto que me gustaría resaltar es el fracaso de los medios de comunicación a la hora de cumplir con su papel e intentar contrarrestar la asimetría en la información de la que habla Missé y que es tan relevante en estos asuntos. 

Los bancos, el sistema financiero en general, funciona con una información muy superior a la que disponen los ciudadanos normales, y sus gerentes y responsables se esfuerzan en que esa información no llegue a sus clientes. 

Se supone que las autoridades del Estado son las encargadas de reequilibrar esa asimetría, exigiendo que los clientes normales tengas acceso a esos datos. Y se supone también que los medios de comunicación van a ayudar a luchar contra esa asimetría, trasladando a un lenguaje común esa información y haciéndola accesible al común de los ciudadanos.

Pues bien, en este caso, ni una cosa ni otra. Y lo que es peor, ni una ni otra cosa están ocurriendo hoy día. Ni las autoridades del Estado han sido capaces de cambiar sustancialmente esa situación de privilegio (es verdad que la normativa europea ha ayudado un poco a mejorar ese desequilibrio) ni, sobre todo, los medios de comunicación han sido, ni son, capaces de colocar los intereses de sus lectores por encima de cualquier otra consideración, y sobre todo, por encima de los intereses de las entidades  financieras. 

Incluso da la impresión de que el papel de los grandes medios de comunicación se empequeñece día a día, al ritmo de sus propias dificultades para pagar sus propios créditos.

Este es un asunto fundamental, porque lo vemos aparecer continuamente y porque es uno de los pilares del abuso. La ignorancia. Lo hemos visto en el problema de la hipotecas, en las cláusulas suelo, en los intereses de demora que son intereses de usura (algo contra lo que legisló mi bisabuelo, nada menos que en las Cortes de María Cristina, a finales del siglo XIX).

 Nada de eso sería tan fácil, si los medios de comunicación cumplieran con su obligación primordial: contar lo que sucede, contar los hechos que se esconden detrás de vocabularios engañosos y cláusulas en letra pequeña. Si los medios de comunicación fueran capaces de defender a sus lectores o televidentes del abuso del mundo financiero.

 ¿No es lamentable que el único periódico que llamara un poco la atención sobre el extrañísimo hecho de que Bankia estuviera colocando sus preferentes a pequeños clientes y no a inversores fuera el Wall Street Journal en una pequeña información, mientras que los medios españoles no contaban absolutamente nada? ¿Estaban a por uvas? (...)"                (Soledad Gallego-Díaz, CTXT, 21/09/16)

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