"El pasado día 20 se presentó en Madrid el libro de Andreu Missé, director de la revista Alternativas Económicas, titulado La gran estafa de las preferentes: abusos e impunidad de la banca durante la crisis financiera en España. (...)
Este es el texto de la intervención de Gallego-Díaz:
“Quiero decirles que este libro es espeluznante. Que su
lectura descompone porque es un relato detallado, impresionante, del
fracaso de las instituciones, de la política y del periodismo de este
país frente al poder del sistema financiero español.
Un sistema financiero que es perfectamente capaz de
planear, de manera consciente y sin el menor reparo moral, una estafa de
proporciones gigantescas que consiste en apropiarse mediante el engaño
de los ahorros, del dinero, de pequeños clientes que habían depositado
en ellos su confianza durante muchos años.
Cierto que los gestores de ese sistema ya se habían
asegurado antes de que los pretendidos organismos reguladores no
tuvieran ni los mecanismos necesarios para impedirlo, ni la capacidad de
sancionarles por ello, pero aún así sigue produciendo un rechazo, una
angustia y un asco enorme comprobar cómo personas educadas, poseedoras
en su mayoría de fortunas personales más que suficientes, robaron,
engañaron, presionaron y maltrataron a ciudadanos ignorantes, sabiendo
perfectamente lo que estaban haciendo y exclusivamente en beneficio
propio.
Espeluzna el relato ordenado y pausado que va poniendo
Missé delante de nosotros, porque nos hace ver la terrible indefensión
en la que estamos, el enorme poder que se ejerce sobre nosotros desde el
mundo financiero sin que siquiera seamos plenamente conscientes de
quienes lo ejercen. De lo sucio que es el mundo financiero cuando se
mezcla con el político.
Según se va leyendo el libro, se va percibiendo
cómo las personas, funcionarios o políticos que intentan advertir de lo
que estaba ocurriendo o incluso modificar, al menos en parte, los
mecanismos a través de los cuales se estaba produciendo la formidable
estafa, son apartados, aplastados, ignorados o desviados hacia otros
terrenos.
Missé nos los presenta para que, al menos, reconozcamos su
intento: son personas como Jaime Terceiro, Manuel Conthe, Paca
Sauquillo, Andrés Herzog, algunos empleados de banca que, a escondidas,
advierten a sus confiados clientes, inspectores del Banco de España que
escriben uno tras otro informes de denuncia.
A todos ellos se les
debería rendir un homenaje público. Lo mismo que se debería hacer un
acto de repudio público (independientemente de su eventual
procesamiento) de todos aquellos que ocuparon cargos en aquellos
momentos, que era políticos, periodistas y parlamentarios, que sabían o
intuían lo que estaba ocurriendo, y que se callaron y fueron tragando la
estafa sin mover un dedo. (...)
Permítanme que insista sobre dos de los aspectos de esta
historia sobre los que Andreu Missé proyecta una luz poderosa. La
primera, la captura del Parlamento por el lobby financiero,
perfectamente reflejado en el episodio de la amnistía clandestina que ya
se concedió a los bancos por el mismo asunto de las preferentes en
2003.
Missé relata cómo la diputada socialista Maite Costa presenta un
proyecto de nueva ley sobre régimen jurídico de los movimientos de
capitales y de las transacciones económicas que pretende impedir que
esas preferentes se emitan en paraísos fiscales y, sobre todo, lograr
que las sociedades emisoras tributen al menos el 5% en el impuesto de
sociedades, sin deducción posible en la cuota.
Pues bien, Convergencia i
Unió, la de Artur Mas y Jordi Pujol, se encarga de lanzar una ofensiva
para parar el proyecto, con el apoyo del PP, por supuesto, y finalmente
con el acuerdo también del propio PSOE. Mayor victoria para la banca
imposible, y mayor demostración de esa captura del Parlamento, también
imposible.
El segundo asunto que me gustaría resaltar es el fracaso de
los medios de comunicación a la hora de cumplir con su papel e intentar
contrarrestar la asimetría en la información de la que habla Missé y
que es tan relevante en estos asuntos.
Los bancos, el sistema financiero
en general, funciona con una información muy superior a la que disponen
los ciudadanos normales, y sus gerentes y responsables se esfuerzan en
que esa información no llegue a sus clientes.
Se supone que las
autoridades del Estado son las encargadas de reequilibrar esa asimetría,
exigiendo que los clientes normales tengas acceso a esos datos. Y se
supone también que los medios de comunicación van a ayudar a luchar
contra esa asimetría, trasladando a un lenguaje común esa información y
haciéndola accesible al común de los ciudadanos.
Pues bien, en este caso, ni una cosa ni otra. Y lo que es
peor, ni una ni otra cosa están ocurriendo hoy día. Ni las autoridades
del Estado han sido capaces de cambiar sustancialmente esa situación de
privilegio (es verdad que la normativa europea ha ayudado un poco a
mejorar ese desequilibrio) ni, sobre todo, los medios de comunicación
han sido, ni son, capaces de colocar los intereses de sus lectores por
encima de cualquier otra consideración, y sobre todo, por encima de los
intereses de las entidades financieras.
Incluso da la impresión de que
el papel de los grandes medios de comunicación se empequeñece día a día,
al ritmo de sus propias dificultades para pagar sus propios créditos.
Este es un asunto fundamental, porque lo vemos aparecer
continuamente y porque es uno de los pilares del abuso. La ignorancia.
Lo hemos visto en el problema de la hipotecas, en las cláusulas suelo,
en los intereses de demora que son intereses de usura (algo contra lo
que legisló mi bisabuelo, nada menos que en las Cortes de María
Cristina, a finales del siglo XIX).
Nada de eso sería tan fácil, si los
medios de comunicación cumplieran con su obligación primordial: contar
lo que sucede, contar los hechos que se esconden detrás de vocabularios
engañosos y cláusulas en letra pequeña. Si los medios de comunicación
fueran capaces de defender a sus lectores o televidentes del abuso del
mundo financiero.
¿No es lamentable que el único periódico que llamara
un poco la atención sobre el extrañísimo hecho de que Bankia estuviera
colocando sus preferentes a pequeños clientes y no a inversores fuera el
Wall Street Journal en una pequeña información, mientras que los medios españoles no contaban absolutamente nada? ¿Estaban a por uvas? (...)" (Soledad Gallego-Díaz, CTXT, 21/09/16)
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