"(...) Wien, quien modera las conversaciones, se sintió obligado a
introducir una reflexión personal, que entiende clave en nuestra época.
Desde su perspectiva, “una parte sustancial de los estadounidenses se
van a dormir asustados todas las noches: porque no tienen trabajo; o
porque tienen uno pero los ingresos no les llegan para pagar todos sus
gastos; o porque tienen un buen empleo pero piensan que lo pueden perder
fácil, ya sea por las circunstancias en que se desenvuelve su sector o
porque la tecnología les reemplazará. Sanders, Trump y el populismo en
general son productos de una población insegura. Ellos sienten que las
políticas de sus gobiernos les han defraudado”.
Si hay alguna idea
que explique los cambios en la política reciente, es esta, porque
describe de manera bastante ajustada el lugar en el que estamos: hay
mucha gente cuyo nivel de vida ha empeorado, que mira al futuro con
desconfianza, y cuyas perspectivas son bastante oscuras; hay muchos
jóvenes que están convencidos de que su trayectoria profesional va a
estar muy por debajo de lo que les prometieron; y hay demasiada
incertidumbre en lo económico y demasiada confusión respecto de un mundo
cuyas reglas no acaban de entenderse.
(...) las principales fuerzas de oposición, sí son nuevas (como hemos visto
en las recientes elecciones europeas) y deben su ascenso a la
canalización del descontento a través de opciones fuertes.
En esta
atmósfera de incertidumbre, lo que se busca en la política es seguridad
y pragmatismo. La mayoría de las personas aspiran a encontrar líderes
que aporten las soluciones necesarias para que les saquen del lugar en
el que están o que les ayuden a conservar lo que tienen.
Paradójicamente, son menos dadas a confiar en las bondades de la
democracia, pero demandan remedios a las instituciones con más ahínco.
De hecho, las opciones sistémicas basan en esto su oferta, una suerte de
“dejemos de lado la política y hagamos lo que tenemos que hacer
económicamente para solventar los problemas, porque el momento es
grave”.
Los populismos de derechas actúan de un modo similar, prometiendo
acciones contundentes (la salida del euro, el Brexit, la ruptura con el
Estado central, la expulsión de emigrantes o la devolución del país a
sus nacionales), pero que son necesarias para una vida mejor.
Son
fuerzas de repliegue, que se cierran sobre sí, que concentran las
energías en pelear por uno mismo y por los suyos. A veces tienen que ver
con un regreso al pasado a través del proteccionismo, y en otras
ocasiones se basan en la sensación de que, en un mundo global, su país
competirá bastante mejor si va solo y no arrastra cargas pesadas.
Pero
sería mucho más práctico fijarnos en las causas que les empujan en
lugar de en las soluciones que proponen. Los populismos de derechas no
están triunfando por sus propuestas xenófobas, sino porque centran el
asunto en lo que le importa a la gente, lo material. Si Le Pen o Trump
han tenido éxito, más que por el cierre identitario, es porque han
convencido a mucha gente de que van a crear puestos de trabajo
restringiendo la globalización, o que van a sancionar con mano muy dura a
las compañías que se lleven los empleos fuera de sus países, o porque
han prometido a los agricultores que los malos tiempos van a finalizar, o
por tantas otras cosas que generan esperanza entre los votantes de que,
por fin, van a tener dinero y sus opciones laborales van a
multiplicarse. Son propuestas que hacen que sus votantes se acuesten con
mucho menos miedo, por utilizar los términos de Wien. (...)
El gran eje de la política contemporánea no es el de derecha e
izquierda, sino el que separa la ortodoxia económica, neoclásica, que
siguen e imponen la UE y las principales instituciones internacionales,
de quienes se oponen a su aplicación.
Esa es la línea que diferencia lo
que debe hacerse y lo que no, lo que se percibe como sensato y lo que se
define como irresponsable. La continuidad o el cambio, lo sistémico y
lo antisistémico, quedan establecidos a partir del lugar que los
partidos ocupen en esa división.
La izquierda sistémica, los
viejos partidos socialdemócratas, ha apostado por respetar la ortodoxia
económica, pero eso le está complicando la vida. (...)" (Esteban Hernández, El Confidencial, 22/09/16)
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