"(...) Al final no corrió la sangre al río. Bruselas decidió apiadarse de nosotros, perdonando a última hora la multa tanto a España como a Portugal por no cumplir con los objetivos de déficit público marcados. A cambio impone más deberes al nuevo gobierno: ahorrar 15.000 millones de aquí a finales de 2017.
Van de perdona vidas, cuando en realidad todo estaba y está amañado, bien amañado. Es un paripé, apariencia, puro teatro del Barroco.
La austeridad ha fracasado y lo saben. Por eso desde mediados de 2013
permitieron una expansión fiscal al ejecutivo del PP.
Se trataba de
razones estrictamente políticas: mantener al “Régimen” patrio que forma
parte de la estructura de poder de las élites extractivas paneuropeas. (...)
Pero fíjense en las palabras del comisario europeo de asuntos económicos, el socialista Pierre Moscovici,
no tienen desperdicio. “Tras años de esfuerzo, la gente no lo iba a
entender”. Pues eso, tras hacer la vista gorda para que no llegaran “los
populistas”, como premio, dos tazas más de austeridad pero todo para 2017,
no vaya a ser que al final en las actuales negociaciones para formar el
gobierno patrio haya sorpresas. ¡Qué cachondos! ¿Nos toman el pelo? Sin
duda alguna. (...)
En el trasfondo de todo, la salida en falso de la actual crisis sistémica.
En su momento no se hizo aquello que era óptimo y eficiente, económica y
socialmente, para hacer frente a los orígenes y las causas que llevaron
a la economía mundial a la actual crisis sistémica. Se prefirió ganar
tiempo y defender los intereses de quienes la generaron, la élite
bancaria. Por eso ahora estamos en una situación parecida a 2007.
Y
siguen igual. El consenso en las élites extractivas europeas sobre la
austeridad no se basa en ninguna comprensión lógica del sistema
monetario moderno e ignora deliberadamente muchas de las opciones reales
que están a disposición de los gobiernos emisores de moneda “fiat”. (...)
Las élites extractivas presionan para seguir manteniendo comportamientos y estructuras institucionales que limitan las capacidades de gasto de los gobiernos. Se trata, como afirma Bill Mitchell,
“de restricciones voluntarias heredadas de los días del patrón oro,
perpetuadas por la ideología de la economía de la corriente dominante
para constreñir al gobierno y dotar de una mayor laxitud a la actividad
del mercado privado”.
Los límites de deuda pública aceptados por los
gobiernos son, en definitiva, un ejemplo clásico de restricción
voluntaria. (...)" (Juan Laborda, Vox Populi, 30/07/16)
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