"(...) La idea es sencilla. Las empresas deben poder contratar en cada momento exactamente lo que necesitan, sin ninguna traba que haga que se pierda un solo contrato,
aunque sea por 10 minutos.
Para ello se pusieron a disposición del
empresariado español toda una serie de figuras contractuales cuyas
normas jurídicas se redactaban en los grandes despachos profesionales,
por supuesto los que defendían al capital, nunca a los trabajadores,
antes de pasar a la redacción política en los Ministerios del ramo.
Esta
flexibilidad de entrada, tenemos figuras contractuales que tienen
nombre de empresa o de sector, muchos de ellas impulsadas por la extinta
CiU, no ha permitido reducir el drama del desempleo, pero tampoco la
rotación o la precariedad. (...)
El siguiente paso ha sido ir reduciendo el coste del despido,
petición del oyente que los empresarios han ido consiguiendo con algo
más de esfuerzo, pero que al final han logrado imponer sus tesis, y ya
se ha impuesto casi con carácter general los veinte días por año
trabajado, cifra similar a nuestro entorno. (...)
Estas escuelas viven en un espejismo permanente que consiste en pensar
que el coste salarial es lo que condiciona y explica la evolución del
empleo, la eterna cantinela de la economía de oferta. Si logramos
eliminar la negociación colectiva, el salario resultante será
infinitamente menor, por lo que las empresas se lanzarán a contratar sin
límite, aunque no tengan demanda efectiva.
A esta apuesta se une la
lucha sin cuartel contra la existencia de salario mínimo, ya que ello
también introduce rigideces y reduce la cantidad de empleo.
Estas
escuelas lograron un gran avance con la reforma laboral de Rajoy de
2012. En la redacción se ve la pluma de muchos economistas de esta
tendencia ideológica y que ha resultado vencedora: el número de trabajadores cubiertos por convenio se ha desplomado y hoy apenas supera el 50%.
El resultado final es el esperado: los salarios se han desplomado y las
condiciones laborales las decide de forma unilateral quien emplea. Es
el escenario ideal para los que definen el trabajador como una mercancía (...)
Pero como no somos racionales, resulta que las dádivas que nos ofrece el
sistema en forma de ocupación, que no empleo, no satisface nuestras
expectativas, y redunda en que en España haya millones de trabajadores
de los que aparecen como ocupados que lo están a tiempo parcial o
temporal de forma involuntaria, aunque figuren como parte muy relevante
del milagro económico español.
Estas minucias no las captan los modelos
econométricos por lo que no hay explicación del subempleo, es decir esos
trabajadores/as que trabajan por horas o por minutos, pero que
desearían hacerlo a tiempo completo.
Esta estadística oficial,
que en España no la realiza el INE como tantas otras, resultaría muy
interesante para ver la tendencia del empleo y cuál es la cifra
real de desempleo. En EEUU estas cifras se publican junto con el resto
de estadísticas todos los meses, y en la actualidad la tasa total de
desempleo se sitúa por encima del 8%, frente al 4,5% oficial. (...)
En España, según la OCDE, la cifra de trabajadores empleados a tiempo parcial que lo son de forma involuntaria alcanza el 63,45%, solo superado por Italia, Grecia y Eslovaquia y muy lejos de Francia (40%), Portugal (38,5%), Canadá (26,2%) y un abismo respecto a la media de la OCDE (17,4%). (...)
Con estas cifras lo que se ve es que, aunque la crisis ha sido simétrica
para todos los países, las normas laborales y las inspecciones de
trabajo en España han favorecido que el subempleo se dispare y lo peor,
que ya sea una práctica de estrategia laboral por parte de las
empresas. (...)
Este factor tiene mucha influencia en la productividad de los
trabajadores, en la desigualdad y particularmente en el control de la
legalidad. Todas estas barreras han logrado ser erradicadas por la
legislación laboral y por la desidia de la administración pública, tanto
del PP, como del PSOE, dejando a la inspección sin medios y con purgas
ideológicas de gran alcance.
El último escollo que queda es la judicialización de los despidos,
que ya se logró con los ERES, pero que no ha terminado con los despidos
individuales. Como los jueces de lo social suelen fallar a favor de los
trabajadores, probablemente este elemento será corregido en próximos
Reales Decretos, que reduzca o elimine el derecho de que sea un juez
quien dirima los conflictos laborales. (...)
En suma, todas las pérdidas de derechos laborales y la propia estructura del mercado laboral han llegado para quedarse. Ningún canto de sirena que hable de derogación de estas normas laborales tiene visos de prosperar.
Faltan algunos flecos para cuadrar el círculo y perpetuar el modelo
laboral español en línea con lo que la globalización impone: bajos
salarios, discrecionalidad absoluta para modificar jornada o salario y
vacaciones, horas extras gratuitas y sentirse un privilegiado por
aguantar todo esto sin representación sindical." (Alejandro Inurrieta, Vox Populi, 24/07/16)
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