"(...) Todo el mundo sabe que Hillary no es una candidata atractiva. No sé
cuántos amigos míos me han dicho que van a votar por ella “con la nariz
tapada”. Trump es tal vez el único republicano al que Hillary puede
derrotar. Por otra parte, Hillary es tal vez la única demócrata a la que
puede derrotar Trump.
En términos generales, esta polarización tiene dos tipos de motivos,
uno común a muchas democracias occidentales y el otro exclusivo de
Estados Unidos. El populismo actual explota el descontento de las
personas más pobres y menos formadas, en su mayoría blancas, que se
sienten marginadas por las consecuencias de la globalización.
Los
sentimientos de los trabajadores que apoyan a Trump son comparables a
los que votaron por el Brexit en las ciudades pobres
posindustriales del norte de Inglaterra. Achacan sus problemas a la
inmigración y a unas clases dirigentes remotas y metropolitanas. (...)
Las encuestas realizadas por el American National Election Study
muestran que, si bien en 2002 solo un tercio de los entrevistados creía
que Estados Unidos estaba gobernado por “unos pocos”, este año, son tres
cuartas partes de la población las que lo creen, y el 58% piensa que
muchos de los que dirigen la Administración están corruptos.
Según los
sondeos de YouGov, la opinión de que la clase dirigente es corrupta
predomina entre los republicanos que ganan menos de 50.000 dólares al
año y no tienen más que una educación secundaria. Es decir, la
infantería de Trump. En este sentido, Trump es la versión estadounidense
del Brexit, o el Brexit, la versión británica de Trump.
Pero luego está un dato propio de Estados Unidos, que es que, aunque
la mayoría de los votantes, como en Europa, se inclina más bien hacia el
centro, el sistema político crea la máxima polarización, mientras que
la política europea (al menos, hasta hace poco) siempre ha tendido a
acercarse a ese centro en el que están los votantes. (...)" (Timothy Garton Ash , El País, 22/07/16)
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