"(...) ¿Pueden las elecciones abrir nuevas perspectivas? Depende de los
resultados y por eso una activa participación electoral es esencial. (...)
Aunque muchas encuestas son sobre muestras reducidas, casi todas
apuntan tendencias similares. Y coinciden con la encuesta del CIS que es
profesionalmente fiable y sobre una muestra representativa. Confirmada
por el tracking diario del Gesop. Según esos datos, no es cierto que
nada cambie con respecto al 20-D porque hay un cambio fundamental.
Por
primera vez una fuerza política emergente, Unidos Podemos y sus
confluencias plurinacionales, supera al PSOE en votos y escaños y en
intención directa de voto incluso al PP, de quien sólo está a tres
puntos. Así se concreta la crisis de los partidos tradicionales y la
redefinición del sistema político por el cambio social. Y aunque hay aún
muchos indecisos no parece que puedan modificar sustancialmente la
tendencia general, salvo errores graves de algunos en la campaña.
El
cambio es aún más significativo si observamos la distribución del voto
por edades y territorios. Unidos Podemos tiene una amplia mayoría entre
menores de 40 años y Ciudadanos concentra su voto en los 35-45 años.
Mientras que el PP es el partido de los jubilados y el PSOE el de los
jubilados del sur. Si el futuro es de los jóvenes, saque sus
conclusiones.
Unidos Podemos y sus confluencias son la primera o segunda
fuerza, por delante del PSOE, en Barcelona, Madrid y Valencia, así como
en Catalunya, Baleares, Euskadi, Galicia y el País Valenciano. Si se
confirman esas previsiones, el 26-J marcará un hito en la historia
política del país.
No sólo porque nuevos actores entran en escena, sino
porque una alianza entre Unidos Podemos y el PSOE rozaría la mayoría
absoluta, posibilitando un cambio sustancial de políticas si ambas
fuerzas cumplen sus programas. Pero si esta alianza no se da, sí que
habría una situación de bloqueo político parecida a los últimos meses.
En
ese sentido el debate a cuatro en la Academia de Televisión ha tenido
más importancia de la que se le concede. Y no porque el ganador fuera
Iglesias, según las encuestas. Sino porque ha prefigurado claramente la
situación postelectoral. Rajoy sigue inmóvil en su apuesta por la gran
coalición liderada por él, esperando a ver pasar el cadáver de su
enemigo, Sánchez, para pactar con sus asesinos.
Rivera da golpes a
mansalva (incluso mintiendo, como hizo tras el debate al decir que
Iglesias había defendido la independencia de Catalunya y la salida del
euro) para conseguir un PP sin Rajoy con el que pueda pactar y un PSOE
finalmente liberado de la tentación de Podemos.
Pero lo más
significativo del debate fue la contundencia de Pedro Sánchez en su
rechazo a una alianza con Iglesias, contradiciendo a las voces
crecientes en su propio partido que reclaman un gobierno de izquierda.
La actitud de Sánchez es en parte una estrategia de movilización de
votantes socialistas para que no tengan otra alternativa que mantenerse
fieles.
También porque ya sabe por experiencia que los poderes fácticos
dentro y fuera del PSOE vetan formar gobierno con Unidos Podemos. Pero
además ahora hay un resentimiento personal en esa negativa a pactar con
Iglesias. Y es que Sánchez quedó sumamente frustrado de no haber llegado
a presidente cuando le bastaba una abstención de Podemos. Claro que su
pretensión de hacer un programa con los neoliberales de Ciudadanos y
luego pedir el apoyo a una fuerza progresista como Podemos era ingenua.
O
se pasó de listo al pensar que ese fracaso pasaría factura a Podemos,
porque el resultado parece ser exactamente el inverso.
Si
proyectamos que PP y Ciudadanos se mantendrían o bajarían levemente, que
el PSOE bajaría en votos y perdería escaños y que Unidos Podemos y sus
confluencias se situarían en un 24% del voto y en torno a 90 escaños,
las actuales relaciones entre partidos conducen a un escenario inédito.
El PSOE no quiere pactar con Unidos Podemos porque le es impensable
supeditarse a quienes lo están desplazando en la izquierda. Ni
PP/Ciudadanos ni PSOE/Ciudadanos suman mayoría suficiente. Es difícil
para Rivera apoyar a Rajoy tras descalificarle. Y Sánchez no puede, por
ahora, renunciar a su compromiso de no votar al PP.
Pero todos rechazan
terceras elecciones. ¿Entonces? Podría pensarse en un gobierno
superminoritario del PP investido mediante abstención de PSOE y
Ciudadanos. Aun así, si el PP se sitúa en 120 escaños sin otros apoyos,
la oposición de Unidos Podemos y nacionalistas haría muy difícil un
gobierno continuista.
Por eso sólo hay dos opciones estables: una
mayoría progresista en torno a 170 escaños (si Sánchez priorizara la
regeneración socialista) o esa gran coalición ansiada por los poderes
fácticos, aunque sea amortizando a Sánchez y tal vez a Rajoy. Dicha
coalición estabilizaría al gobierno pero no a una sociedad
reivindicativa y movilizada. La alternativa no es reforma o ruptura,
sino inmovilismo o democracia real." (El día después, de Manuel Castells, La Vanguardia, en Caffe Reggio, 18/06/16)
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