"(...) El capitalismo occidental es un sistema económico y social cuyo motor
fundamental es el consumo interno de las clases medias. Cuando este
consumo se debilita de forma intensa y generalizada, la falta de demanda
hace que ese motor se gripe y todo comience a resentirse.
A lo
largo de las tres últimas décadas la desigualdad ha ido debilitando la
capacidad de los ingresos salariales de las familias para sostener su
consumo. Sin embargo, se encontró un remedio temporal. Fue el crédito
fácil y abundante. Lo que no permitían los salarios lo hizo posible el
crédito.
Pero el endeudamiento era un remedio temporal y
peligroso. La crisis del 2008 lo puso de relieve en toda su dureza.
Ahora los bajos salarios, los empleos inseguros y el endeudamiento han
bloqueado el motor principal de nuestras economías de mercado. Lo mismo
ocurrió después de la crisis financiera de 1929.
¿Qué pueden hacer
los gobiernos en esta situación? Tres cosas.
Primera, cebar la bomba de
la demanda interna mediante la inversión pública y las políticas de
ingresos de las familias.
Segunda, impulsar la demanda externa de las
exportaciones, mediante reducciones salariales.
Tercera, empeorar la
cosas mediante políticas de austeridad.
La primera opción es la
que adoptó Estados Unidos, tanto en los años treinta como en esta
crisis. Y le ha ido bien en ambos casos.
La segunda y tercera es la que
adoptaron en los años treinta los gobiernos europeos, con Alemania al
frente. Y pasó lo que todos conocen.
Ahora se ha vuelto a cometer el
mismo error, bajo inspiración de Alemania y la imposición de la Unión
Europea.
La austeridad es la factura social de la protección sin condiciones que la UE ha dado a los prestamistas. (...)
Por un lado, la austeridad actúa como un mecanismo de expropiación
indirecta de los ciudadanos al recortar el gasto en objetivos legítimos
de política social como la sanidad, la educación, la cobertura de
ingresos por desempleo y las pensiones. Por otro, limita la capacidad de
los ciudadanos para determinar con su voto el tipo de país en el que
desearían vivir. Estos efectos son la causa fundamental del malestar
social europeo.
El nacionalismo en Catalunya o en Escocia no
surgió con la crisis y la austeridad. Responde a una identidad cultural
muy arraigada. Pero el aumento del independentismo y del populismo sí.
La UE no puede lavarse las manos y decir que son cuestiones internas.
Ella es parte del problema." (Efemérides inquietantes, de Antón Costas en La Vanguardia, en Caffe Reggio, 22/10/2014)
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