17.11.14

La austeridad es la factura social de la protección sin condiciones que la UE ha dado a los prestamistas

"(...) El capitalismo occidental es un sistema económico y social cuyo motor fundamental es el consumo interno de las clases medias. Cuando este consumo se debilita de forma intensa y generalizada, la falta de demanda hace que ese motor se gripe y todo comience a resentirse.

A lo largo de las tres últimas décadas la desigualdad ha ido debilitando la capacidad de los ingresos salariales de las familias para sostener su consumo. Sin embargo, se encontró un remedio temporal. Fue el crédito fácil y abundante. Lo que no permitían los salarios lo hizo posible el crédito.

Pero el endeudamiento era un remedio temporal y peligroso. La crisis del 2008 lo puso de relieve en toda su dureza. Ahora los bajos salarios, los empleos inseguros y el endeudamiento han bloqueado el motor principal de nuestras economías de mercado. Lo mismo ocurrió después de la crisis financiera de 1929.

¿Qué pueden hacer los gobiernos en esta situación? Tres cosas. 

Primera, cebar la bomba de la demanda interna mediante la inversión pública y las políticas de ingresos de las familias. 

Segunda, impulsar la demanda externa de las exportaciones, mediante reducciones salariales. 

Tercera, empeorar la cosas mediante políticas de austeridad.

La primera opción es la que adoptó Estados Unidos, tanto en los años treinta como en esta crisis. Y le ha ido bien en ambos casos. 

La segunda y tercera es la que adoptaron en los años treinta los gobiernos europeos, con Alemania al frente. Y pasó lo que todos conocen.

 Ahora se ha vuelto a cometer el mismo error, bajo inspiración de Alemania y la imposición de la Unión Europea.

La austeridad es la factura social de la protección sin condiciones que la UE ha dado a los prestamistas. (...)

Por un lado, la austeridad actúa como un mecanismo de expropiación indirecta de los ciudadanos al recortar el gasto en objetivos legítimos de política social como la sanidad, la educación, la cobertura de ingresos por desempleo y las pensiones. Por otro, limita la capacidad de los ciudadanos para determinar con su voto el tipo de país en el que desearían vivir. Estos efectos son la causa fundamental del malestar social europeo.

El nacionalismo en Catalunya o en Escocia no surgió con la crisis y la austeridad. Responde a una identidad cultural muy arraigada. Pero el aumento del independentismo y del populismo sí. La UE no puede lavarse las manos y decir que son cuestiones internas. Ella es parte del problema."        (Efemérides inquietantes, de Antón Costas en La Vanguardia, en Caffe Reggio, 22/10/2014)

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