1.9.14

“Los deportistas que se dopan son seres humanos”

 David Millar, el pasado junio en Barcelona. / MASSIMILIANO MINOCRI

"David Millar (Malta, 1977) está verdaderamente preocupado por los efectos tristes que ha tenido el dopaje históricamente sobre su deporte y sus deportistas, y muestra su interés por evitar que siga perpetuándose. Lo hace en una charla en Barcelona justo una semana antes de que empezara el Tour. Ahí, en el Tour, volvió el viernes a ganar una etapa nueve años después.

Pregunta. En español la palabra periodismo rima con cinismo, y sobre todo los periodistas solemos pensar que cuando un ciclista escribe un libro sobre su experiencia, sobre el dopaje, es o porque quiere ganar dinero o porque busca una redención ante el público, es decir, por motivos oscuros. ¿Usted qué buscaba?

Respuesta. Una de las razones por las que quería hacerlo ahora, que sigo siendo ciclista profesional, era evitar eso: el cliché de retirarse y contarlo todo. Y pensé: “Si escribo el libro ahora, tengo que estar a la altura de lo que escriba, porque sigo en el pelotón”. La otra razón era que me parecía que mi historia era buena. 

 Pensé que era hora de que la gente entendiera el deporte un poco mejor, porque hay tanto cinismo que quería escribir un libro que fuera optimista pero contando la verdad. Muchos de estos libros son cínicos y pesimistas, y yo quería que, al terminar el mío, la gente supiera que hay y ha habido problemas, pero que hay una solución y las cosas están cambiando. (...)

P. ¿Cree que, para poder seguir disfrutando con libertad, todos los ciclistas que han tenido un lado oscuro deben salir a la luz o que, si no, seguirán siendo esclavos de su pasado?

R. Creo que en mi generación hay muchos ciclistas que no tuvieron la opción de contar la verdad, de contarlo todo. Si no me hubiera detenido la policía, nunca habría dicho nada. Quizá algún día se lo habría contado a mi familia o a mis amigos, pero el precio de contarlo públicamente habría sido demasiado alto.

 En muchos sentidos fue una liberación que me detuvieran y que me dieran la oportunidad de contar la verdad. Espero que mi libro ayude a muchos de los ciclistas de mi generación a explicarles a su familia y amigos por lo que han pasado sin tener que revelar su historia.

P. ¿Qué piensa de Armstrong?

R. Es un tío raro, es distinto de todos los demás ciclistas, deportistas y del resto de las personas. Creo que es una pena que sea una historia interminable, porque, con dopaje o sin él, es uno de los mejores ciclistas que ha habido. Y, por desgracia, forma parte de la generación equivocada y del periodo equivocado de este deporte. Parece que nunca llega a cerrar del todo esa herida; eso es lo que tiene el tema de Armstrong.

P. ¿Y qué siente por él: compasión, simpatía, desprecio…?

R. No lo sé. No llego a entenderle del todo, porque creo que ahora se esfuerza más en los entrenamientos de triatlón que cuando era ciclista profesional. Así que es en plan: “Tío, déjalo ya”.

P. ¿Y qué cree que siente él?

R. Creo que para él debe de ser difícil. Por muy fuerte que sea, tiene que resultar agotador. En ese sentido me da pena, porque creo que en algún momento la cosa tiene que llegar a su fin para que no se vuelva loco.  (...)

P. Su presencia en Londres es simbólica en dos sentidos: personalmente, porque su caída fue justo antes de Atenas y volver a unos Juegos es lo máximo; y, por otro lado, tanto por la proclamación del ciclismo limpio como por el hecho de que la segunda vida, se vive más intensamente que la primera, ¿no?

R. Sí, si alguien me hubiera dicho en 2000, cuando estaba en los Juegos de Sidney, lo que me iba a pasar en los próximos 12 años, se me habría caído el mundo encima. Así que imaginarme que iba a ir a Londres 12 años más tarde como un deportista que se ha dopado en el pasado y pasar por lo que he pasado los últimos ocho años me habría resultado muy chocante, pero creo que para mí tiene más importancia que para muchos otros participantes. 

Espero que envíe un mensaje positivo, que se pueden cometer errores, volver y ser mejores personas. Es un ideal olímpico, si alguna vez ha habido alguno.

P. Eso puede significar dos cosas: o que sigue haciendo lo de antes y miente o que el ciclismo ha cambiado y estando limpio se puede estar al primer nivel.

R. Creo que el deporte ha cambiado. La prueba más fehaciente es que Ryder [Hesjedal] haya ganado el Giro. Somos muy amigos, está en mi equipo, confío en él al 100% y sé que está limpio. Así que si un ciclista limpio puede ganar la carrera más reñida del mundo —que, para mí, es el Giro— es un indicador muy fiable del punto en el que se encuentra este deporte. Y espero que podamos creer que el ganador de este Tour está limpio, que es algo que hasta hace bien poco casi nadie pensaba que fuera a pasar, porque el ciclismo estaba muy mal.  (...)

P. Curiosamente, con Hesjedal y ahora Wiggins parece que la limpieza tiene que venir de los países anglosajones, ¿no?

R. Como nos metimos en este deporte más tarde, hay una actitud moderna y unas técnicas modernas. Y estos atributos resultan muy útiles en el ciclismo moderno, que es limpio. 

Por desgracia creo que muchos de los países tradicionales del ciclismo tienen una cultura tan antigua, con una generación tan antigua de entrenadores y de formas de entrenar, que todavía no se han adaptado al nuevo deporte.

P. ¿Cómo fue para usted regresar al ciclismo en el Saunier Duval, un equipo con tantos conflictos?

R. Difícil. Creo que lo que me salvó fue el hecho de que mis compañeros fueran simpáticos, que fuera un buen equipo. Que se dopen no quiere decir que no sean simpáticos, así que es muy complicado. Me di cuenta de que no podía cambiar nada, y eso me hizo pensar de una forma distinta. 

Pero, por suerte para mí, conocí a Jonathan Vaughters casi al mismo tiempo, a finales de 2006, y eso me dio esperanza. Seguía corriendo con Saunier Duval, pero tenía la cabeza en otro sitio en el que podía cambiar las cosas, porque pensaba: “Aquí no puedo hacer nada, no puedo cambiar Saunier Duval, así que corre ahí, haz tu trabajo, y con tu nuevo equipo intenta cambiar las cosas”.  (...)

P. En sus años negros hubo un médico español al que no cita en su libro. En el caso Armstrong se habla de médicos españoles. ¿España es el paraíso?

R. No, no necesariamente. Creo que hace 10 años Italia y España eran los dos países en los que… Puede que los italianos lo empezaran con su ciencia del deporte e introduciendo la EPO, pero entre los españoles no está tan extendido. 

Quizá esos médicos aparezcan en la lista, pero eran los médicos del US Postal. Así que creo que es una pena que Italia y España hayan adquirido una reputación tan mala porque en realidad eran solo unos pocos médicos los que lo estaban haciendo. Pero se podría decir que eran los mejores.

P. Los menos escrupulosos, ¿no?

R. Sí, ese sería el adjetivo más exacto. Eran unos tíos muy raros para ser médicos deportivos y hacer esas cosas. Se trataba de dinero, de poder, del ego… Veían ganar a su ciclista y pensaban que ganaban ellos también.

P. ¿Por qué es tan malo el dopaje?

R. Porque no quiero que lo que me pasó a mí le pase a otro chico, porque creo que lo que siempre me ha sacado de mis casillas es el hecho de que empezara a doparme. No debería haberlo hecho. Si hubiera tenido a las personas adecuadas a mi alrededor y la cultura deportiva hubiera sido distinta, habría estado protegido frente al dopaje. 

Y casi acaba conmigo. Estuve muy cerca de la destrucción total y pasé mucho tiempo deprimido, hice que mi familia tuviera miedo… Así que esa es la principal razón: que quiero asegurarme que otro chico como yo no pase por lo mismo.


P. ¿Un ciclista es libre para hacer lo que quiera con su cuerpo?

R. No. Jiménez, Pantani y Vandenbroucke hicieron lo que quisieron con su cuerpo y se les fue la cabeza. Esos profesores y filósofos que viven en su torre de marfil pueden decir lo que quieran, pero cuando lo has vivido y cuando has visto lo que les hace a los corredores, es horrible. No solo afecta al cuerpo, sino también a la mente.

P. Justo lo de Jiménez y Pantani fue en diciembre de 2003, febrero de 2004… Su liberación fue en junio. ¿Qué pensó cuando murieron?

R. Sí, vi lo que les había pasado, la espiral descendente en la que se había convertido su vida, y me di cuenta de que me estaba pasando lo mismo: no puedes dormir, tienes que tomar somníferos, sales más de fiesta, intentas escapar, estás constantemente tratando de encontrar una vía de escape.

 Así que yo decidí dejar de doparme en 2003, después del Mundial, y luego me di cuenta de que había tomado la decisión correcta cuando me enteré de la muerte de Pantani y de Jiménez. Fue una época muy oscura del ciclismo, y la gente no llega a relacionarlo del todo.

P. Ellos acabaron con problemas de cocaína. No sé si se utilizaban esas drogas sociales para salir del infierno de las otras o…

R. No, eso es lo que pasa: si estás tomando EPO, cortisona o testosterona, no duermes mucho porque siempre estás activo, así que te tomas somníferos y te vuelves adicto a ellos.

 Luego muchos toman antidepresivos para estar animados para correr, y te vuelves un monstruo químico, y tu mente y tu cuerpo no están diseñados para eso. Es más complicado de lo que la gente suele pensar.

P. Me acuerdo de que cuando ganó una etapa en Santander, en una de sus primeras Vueltas, al día siguiente buscaba a Botero para que le firmara un autógrafo en un maillot del Kelme para su hermana. Y luego le pilló de pleno la Operación Puerto…

R. Sí, era un tipo magnífico, pero es paradójico en muchos sentidos. En muchas ocasiones nada es blanco o negro: hay gente buena que toma malas decisiones porque no están en el entorno adecuado. Y hay que mostrar cierta empatía hacia ellos, no se les puede juzgar a la ligera.


P. Pero hay un espíritu censor: el que ha pecado una vez ha pecado para siempre.

R. Sí, por eso el libro: porque quiero que la gente entienda que los deportistas que se dopan son seres humanos. Así que porque hayan cometido un error, no se les puede encasillar en dicho error de por vida.

P. ¿Cómo ve a los periodistas que escribimos sobre lo grande que ha sido David Millar en Sidney o en los Mundiales de contrarreloj y, después, cuando da positivo en dopaje, decimos: “¡Qué mentiroso es David Millar!”?

R. Creo que hubo una época en la que los periodistas no querían saber la verdad, no indagaban lo suficiente, y eso también formaba parte del problema: que había cierta negación en todos los niveles del deporte, desde la UCI hasta los propietarios de los equipos, los patrocinadores, los periodistas… 

Pero es difícil encontrar el equilibrio adecuado, porque por experiencia sé que, a la hora de escribir, quieres héroes e historias y necesitas villanos. Eso es lo que a la gente le gusta leer. 

Y sería estúpido pensar que cuando eres una persona pública y cometes un error, cuando te conceden un gran reconocimiento y alcanzas el éxito, no puedas disfrutarlo y te enfades cuando te convierten en un villano por haber cometido un error. Es el precio que hay que pagar. (...)"                 ( , El País, 15 JUL 2012 )

No hay comentarios: