"La política económica implementada en la mayoría de las democracias
occidentales desde el inicio de la actual crisis sistémica se diseñó, y
continúa dibujándose, al margen de la defensa de los intereses de la
ciudadanía. (...)
Para ello cuenta con el apoyo de su brazo económico, la ortodoxia académica englobada en el Consenso de Washington.
Nos referimos a esa misma academia que fue incapaz de prever y
anticipar nada.
Ésta propuso, utilizó, y continúa usando, dos líneas
básicas de política económica en lo que podemos calificar como una
cínica perversión de las mismas, perturbando el uso para el cual fueron
diseñadas. Se dice que con ello se pretende estimular la demanda, cuando
en realidad se fomenta la especulación, la pobreza y la miseria.
Por un lado, una política monetaria expansiva al servicio exclusivo de las élites, especialmente las bancarias, como venimos denunciando desde estas líneas.(...)
Paralelamente, se está produciendo una brutal expansión de la deuda pública
en la práctica totalidad de las democracias occidentales. Detrás de
ello no se pretende sostener el empleo, los ingresos, las pensiones, la
seguridad de una vivienda, tener unos estándares salariales mínimos, o
el derecho a una educación digna como elemento de mejora social.
¡No!,
no hay nada de eso. Sólo se está incrementando la deuda pública para financiar a terceros, sanear sus desaguisados, pero no a todos, sólo a la superclase. El resto que espabilen.
Digámoslo claramente, se está protegiendo y rescatando la riqueza de
unos pocos, los mismos que incitan y convierten el mundo en su casino, a
la vez que trasladan sus ganancias a paraísos fiscales. Cuando se
equivocan y pierden ingentes cantidades de dinero se las han arreglado
para conseguir que el brazo político de turno los acabe rescatando.
Las cifras ponen de manifiesto que Occidente en general, y muy especialmente nuestra querida España,
se encuentran inmersos en una nueva fase de apogeo de las élites, que
en realidad oculta un empobrecimiento masivo de la ciudadanía.(...)
Esta situación ha sido en gran medida el resultado de las decisiones
políticas y fiscales tomadas por los gobiernos occidentales en los
últimos treinta años, especialmente tras la llegada al poder de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Se fomentó una economía financieramente depredadora,
retroalimentando procesos de endeudamiento ligados a burbujas
financieras e inmobiliarias. El motor del crecimiento en occidente fue
la deuda mientras los salarios caían.
Detrás de una tremenda incompetencia estructural se oculta en realidad la defensa de los intereses de la superclase que, definitivamente, se ha quitado la careta. (...)
A diferencia de la mayoría de los ciudadanos, la élite bancaria y
financiera tiene la mayor parte de su riqueza financiera en activos de
deuda y derivados de todo tipo, que se evaporarían si se dejasen caer a
los bancos.
Y he aquí el quid de la cuestión. Si se reestructurara el
sistema bancario y se redujera su tamaño acorde con la economía real,
serían los más ricos y poderosos los grandes perdedores. Ni lo han
tolerado ni lo tolerarán. (...)
Pero lo peor de todo es ver como nuestros gobernantes se niegan a reconocer la relación causa-efecto entre rescates bancarios, a costa de los contribuyentes, y empobrecimiento masivo de la ciudadanía. Aún resuenan en mis oídos las palabras recientes de Luis de Guindos, el mismo que nos vendía lo rentable que iba a ser ese gran fiasco llamado SAREB.
Tras un nuevo desaguisado del FROB, concretamente Catalunya Banc,
nos cuenta que su rescate, como el del resto del sistema financiero,
era por nuestro bien, que mire lo que nos hemos ahorrado en intereses,
bla, bla, bla. ¡No!, la deuda generada para financiar a terceros supera
en nuestro país los 300.000 millones de euros desde el inicio de la
crisis. (...)" (Juan Laborda, Vox Populi, 26/07/2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario